Comenzaba la tarde en el Santiago Apóstol, un colegio en el que no había tenido ocasión de entrar y que me pareció guapísimo. Allí más de un centenar de personas se estaban cambiando, maquillando y, algunos ensayando coreografías. Los integrantes de la Asociación Santa Bárbara (que a mi parecer merece todas las alabanzas del mundo habidas y por haber) sudaban la gota gorda, literalmente, buscando los disfraces y repartiéndolos entre los integrantes del cortejo.
La hora y pico posterior fue una hora de nervios para los más pequeños, de espera para los más mayores y de charla con algunos de los miembros de Protección Civil.
Siempre había visto los toros desde la barrera y el haber saltado a la plaza a torear me ha servido para ver la increíble organización y coordinación que tienen los miembros de la Asociación Santa Bárbara a la hora de hacer funcionar el desfile, al igual que Protección Civil, aunque, si tuviera que quedarme con algo de esta experiencia escogería, sin duda alguna, el ver las caras de los más pequeños (y algunos que estaban en primera fila que no eran tan pequeños) mirando con una mezcla de asombro, alegría y admiración las carrozas de los Reyes, esperando a que estos lancen caramelos, caramelos que, por cierto, escasearon a última hora. No obstante eso es “pecata minutta”.
También tengo que decir, ya que estamos, que el roscón que nos dieron al finalizar (yo no sabía ni que nos daban un roscón por hacer eso) estaba riquísimo además de ser bastante grande.
Lo dicho, les animo a participar el año que viene y no tengan miedo al sentido del ridículo, que la recompensa es mucho mayor.
Comentarios
Gracias.
Ye identicu!