Y para acabar: Vida de San Cosme y San Damián

Todos los años por estas fechas solemos dedicar un apartado a la celebración de la Romería de los Mártires de Insierto (cuyo programa pueden encontrar en el margen izquierdo de la página).
Si hace un año entrevistábamos a Siro Gutiérrez, presidente de la A.VV ‘El Llandelu’, que organiza las fiestas, este año nos centramos en sus protagonistas: San Cosme y San Damián, repasando su vida y cómo llega el culto a estos santos hasta Mieres.

La existencia de los hermanos Cosme y Damián transcurrió a finales de la Edad Antigua (segunda mitad del siglo III). Por aquel entonces la cultura científica y humanista de Grecia y Roma había alcanzado su madurez y el Imperio Romano se encontraba ya en decadencia.
Nacieron en Egea (Grecia), ciudad costera de la región de Cilicia, en la zona suroccidental de Asia Menor. Egea era un puerto del mar Mediterráneo ubicado junto a la desembocadura del río Píramo clave en la Antigüedad y en la Edad Media como ‘plaza’ en la ruta de las especias y de la seda, la más importante para el comercio internacional de aquel entonces.
El ser de Egea y convertirse en grandes médicos propició que se pensara que Cosme y Damián eran árabes, algo muy lejos de la realidad ya que cuando ellos nacieron existía en Egea un cristianismo dinámico y expansivo y sus propios padres eran cristianos.
Su familia estaba formada por tres hermanos más: Antimo, Leoncio y Euprepio. Su padre murió enseguida y Teodora, la madre, hubo de sacar adelante a sus cinco hijos. Se esforzó por sacar adelante a sus hijos, educándolos en el cristianismo y hoy es una santa en el Oriente cristiano.
Cosme y Damián estudiaron medicina en Siria, cuya escuela médica gozaba de gran prestigio al confluir en ella los saberes de Grecia, Mesopotamia y Egipto. La medicina de entonces era muy sencilla, basada en una práctica aplicada y con reducido instrumental. Los males internos se curaban con reposo, dietas y algún fármaco, las heridas con ungüentos… Ellos aprendieron no solo a base de la experiencia, sino también trabajando y ayudando a médicos veteranos.
Pronto ejercieron su profesión en diversas partes de Asia Menor, tanto en su ciudad como yendo de una localidad a otra. Se encontraban ciegos, leprosos, tullidos, epidemias…
No solo curaban a los enfermo físicamente sino que trataban de salvar sus almas orientando moralmente sus vidas hablándoles del cristianismo, especialmente a los incrédulos. Iniciaban la consulta con una oración, haciendo la señal de la cruz sobre el enfermo y, según documentos de la época, muchas veces bastaba con eso para que se apaciguaran los dolores y la enfermedad desapareciese.  
Ello hizo que poco a poco fuesen ganando fama entre los pacientes, a los que no cobraban de ninguna forma y se convirtieron en una especie de ‘apóstoles’, que llevaban la fe allá donde iban.
Cuando estaban en la flor de sus vidas, el emperador Diocleciano, buscando unificar el culto y las creencias de sus súbditos en torno a Roma y él mismo, ordenó perseguir a los cristianos que no aceptaban someterse a aquellas imposiciones totalitarias. Ello comenzó en el Oriente, donde se encontraba Egea y en el 287 Cosme, Damián y sus tres hermanos fueron víctimas de la persecución.  Su aprehensión fue ordenada por el gobernante Lisias, que los veía como una amenaza para el culto a Roma y a la figura de Diocleciano que este había impuesto.
En prisión sufrieron terribles torturas. El primer día tras el juicio los ataron a un potro donde estiraron sus miembros hasta dejarlos casi descoyuntados. Sin embargo ellos seguían defendiendo a Cristo y sus ideales.
Fueron torturados con látigos, fuego, los azotaron al mar, los apedrearon... Pese a ello, ellos seguían defendiendo al Señor. Así, días después, el prefecto emite su veredicto y ordena a un verdugo que les corte la cabeza (a ellos y a sus tres hermanos). Ello ocurrió un 27 de septiembre. Días más tarde unos amigos y familiares recogieron sus cuerpos y los enterraron cerca de Egea, la ciudad que los había visto nacer.

El culto a los santos comienza en Oriente, donde desde el siglo IV se les comienza a construir templos en su honor en ciudades de Siria, Mesopotamia, Egipto, Palestina, Grecia o Constantinompla. Su culto se extendería también a Roma a partir del siglo V, llegando a tener siete iglesias dedicadas a ellos en Roma entorno al 530. De hecho se afirma en diverso material histórico que San Gregorio Magno , en el siglo VI, colocó sus restos (o una gran parte de ellos) en la basílica que en su honor se les había construido en el Foro romano.
La devoción a estos santos se extendió también por Francia, Alemania, Portugal, Inglaterra, Bélgica y, cómo no, España, con templos en Sevilla (siglo VII), Toledo (año 675), Córdoba (siglo IX), el monasterio que en su honor se construyó en Covarrubias (Burgos), en el siglo X, o Salamanca, que además los adoptó como patronos.
A Asturias el culto llega en torno a esas fechas y de hecho en Insierto se construye la primera capilla en torno a los siglos VII y VIII. De ella se conserva el altar de las reliquias, descubierto en 1960. Su culto llega gracias a los romanos y, tiempo después, gracias al camino de Santiago, que hace que lleguen a Asturias diversas reliquias, algunas de las cuales están en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo y otras se encuentran repartidas en diversos templos, como el de Mieres. En Asturias son titulares de diez parroquias: Bobes (Siero), Estacas (Belmonte), Rañeces y Tolina (Grao), Villacondide (Coaña), Corias (Pravia), Llerandi (Arriondas), Villarmental (C. del Narcea), Narganes (Peñamellera) y Tornón (Villaviciosa).

*Toda la información al respecto de la vida de los santos y el culto hacia ellos se puede encontrar en el libro “San Cosme y San Damián, Mártires de Cuna”, que se vende el día de la fiesta en la propia capilla y en la casa de las novenas a un precio de 2 €.

Comentarios

Pluma Blanca. ha dicho que…
Muchas gracias por esta fantástica lección de historia, desconocida para la mayoria de los mierenses.
Anónimo ha dicho que…
vaya par de borrachines que taben fechos