Como sabrán ustedes, un servidor se
encarga de esa sección del final de la página llamada “Un lugar para vivir”. Sabrán también que los pueblos que ahí se
muestran se visitan personalmente (por mí y Monterde, suele ser lo habitual)
entre abril y octubre, con el fin de pillarlos con el esplendor que les da el
verano. Es una sección que cuesta hacer pero que se disfruta mucho, dado el
gran número de lugares que se conocen y la gente tan amable que llegamos a encontrarnos.
Sin embargo ya van tres veces que nos
ocurre algo que no nos gusta para nada, dado lo peligroso que eso puede llegar
a ser. Hace dos semanas nos topábamos en un PR de Turón a dos senderistas que
venían atemorizados de una de las aldeas del valle, a la que nosotros
pensábamos llegar. Venían atemorizados porque dos perros de gran tamaño les
habían salido al paso, les habían gruñido y ladrado de mala manera y uno de
ellos había hecho amago de tirárseles. Todo esto, en un camino del pueblo.
Habían dado voces, habían tocado un silbato que traían y nadie apareció (pese a
haber un coche allí al lado) a dar una orden de retirada a los perros.
Decidimos darnos la vuelta con ellos y no subir.
Eso mismo nos ocurrió hace un mes y
pico en lo alto del valle de Santirso, también por un PR que comunica varios
pueblos y que usa en parte las carreteras que van a los mismos. Íbamos tan
tranquilamente cuando, de la nada, sale un perro de raza grande a ladrar y a ponernos mala cara. Tardó, pero su dueño
apareció para mandarle callar y guardarse. Nos contaban, unas casas más allá,
que ese mismo can había sido objeto de dos denuncias de vecinos a los que se
les había tirado y que pese a ello seguía suelto.
Otra historia parecida la vivimos,
hará un mes, en un pueblo muy alto de la Güeria de San Xuan. Si hemos salvado
nuestra integridad –pienso yo- ha sido gracias a los bastones de caminar (a
veces son simples varas) que llevamos siempre y que para espantar y mantener a
raya a un perro pueden servir.
Entiendo que los animales defiendan lo
que es suyo y ladren a los intrusos, pero, lo que no se puede hacer, queridos
dueños, es tenerlos por ahí como si fueran inocentes gorriones, más si la casa
en cuestión tiene una finca al lado, donde está la caseta del animal, como ocurría
en los dos últimos casos. Es increíble pero hay mucha gente que piensa que por
vivir o ir a pasar el día al pueblo puede hacer lo que le dé la gana y tener a
sus animales sueltos, más aún cuando ya han dado algunos sustos. Y quien dice
esto, dice también aquello de recoger sus regalitos, que en los pueblos parece
ser una ley que no se aplica.
Así que aprovecho para hacer un
llamamiento: por la integridad física de senderistas, ciclistas, carteros,
fruteros, panaderos y demás personas foráneas que puedan aparecer por su
pueblo, mantenga al perro en su finca o atado, si lo quiere tener en un camino
público. Que defienda lo suyo desde lo suyo, no desde caminos por los que todos
podemos pasar.
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Comentarios
En casos asi, el cartel debia tar dedicau al amu.
ciudadanu.