Madrugada del 6 al 7 de junio de 1924,
Gallegos. Un hombre, José Mallada, de 53 años, conocido por sus negocios con la
madera, se despierta por la noche. Coge un cuchillo, un hacha y un arma de
fuego y acaba con la vida de su mujer, siete años mayor que él, y de su cuñada.
A la primera le infiere diversos hachazos y navajazos.
A la segunda le dispara, para
posteriormente seguir como con la primera, propinándole asimismo diversos
golpes con una barra de hierro.
Tras asegurarse de que ambas estaban
muertas, José se dirigió a un prado próximo al pueblo donde acabó con su vida
de la misma forma en la que había acabado con la de sus víctimas:
acuchillándose y disparándose. Eso sí, para el disparo, colocó el arma en un
murete del prado y, con una cuerda, apretó el gatillo, disparándose en la nuca.
7 de junio de 1924. Son las diez de la
mañana y una vecina del lugar se asusta al ver que nadie da señales de vida en
la casa. Llama a Juan, un hermano de José que vivía en el pueblo, entrando finalmente
con él en la vivienda y encontrándose con el siniestro escenario.
Un vecino del pueblo se desplazó
entonces a Mieres para dar aviso al juzgado. A media tarde, el juez y el médico
forense llegaban al pueblo para examinar y levantar los cadáveres. Nada se
sabía, sin embargo, de José, cuyo cuerpo apareció a las seis de la tarde, tras
una intensa búsqueda.
En aquel momento todo se explicó como
un arrebato de locura de José: en la casa no faltaba nada, y, de hecho, se
encontró, intacta, una cantidad de dinero que José había cobrado en Oviedo la
mañana antes del suceso.
El caso se cerró por el juez junto a
un dictamen del forense en el que se contempla la idea de que el autor hubiera
sido atacado de delirio epiléptico. Un delirio epiléptico que, en todo caso,
había causado tres muertes.
La prensa de la época señalaba al
respecto que la relación que los tres mantenían era completamente normal y que
ninguno de los tres había dado nunca de qué hablar en el pueblo. Sus vecinos
describían a José como un tipo normal, trabajador y educado. Nadie logró
explicar nunca qué pudo pasar por la cabeza de José para acabar con las vidas
de su mujer, su cuñada y la suya propia.
En la imagen, un teletipo aparecido en
el ABC del 11 de junio de 1924 narrando brevemente los hechos bajo el titular “Los crímenes de un loco”.
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Comentarios
Es extraño también que en un pueblo como Gallegos, que de aquella seguramente tendría gente a rabiar, nadie completara los hechos con ningún testimonio. Me sorprende que ni en este artículo ni en otro publicado hace tiempo por Ernesto Burgos en LNE se recoja testimonio alguno de ningún vecino.