“En
los pueblos no hay nadie que haga nada y el Ayuntamiento, menos, así
está todo”. Esta
frase, sencilla y contundente, que se oye muy a menudo andando por los pueblos
del concejo, me viene como anillo al dedo para el artículo de esta semana.
Desconozco a quién pertenece hoy en
día el palomar, pero unas personas del pueblo apuntaban a que era del
Ayuntamiento, sobre la base de que el Consistorio había acometido, hace cosa de
cinco o seis años, unas obras de acceso y mejora del palomar, construyendo un
camino empedrado, pintando la fachada y retejando un poco. Lo que sí que está
claro es que, sea o no del Ayuntamiento,
no se puede tener así una de las edificaciones más antiguas del concejo. Es
sorprendente que nadie se haya encargado de denunciarlo públicamente, a través
de este blog o de cualquier otro medio. Viendo cómo están los accesos, prefiero
no pensar en cómo podrá estar el interior del palomar, con suelo de tierra, ídoneo para que prolifere dentro de él la maleza.
Puede que se haya convertido ya en una especie de invernadero de piedra.
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*Los accesos al palomar, tomados por la maleza. |
Hace unos días me acerqué, tras haber
estado comiendo en Baiña, a una de las joyas del patrimonio civil del concejo:
su palomar. Una construcción soberbia, enclavada en un paisaje
espectacular que todo mierense debería haberse asomado a ver, al menos, una vez
en su vida. Ligado a la familia Fernández-Ladreda, con poderío en la zona, hace
ya varios siglos, el palomar fue construido en la segunda mitad del siglo XVI.
Diversos historiadores locales han ido más allá y han concretado 1565 como el
año en el que se levantó esta edificación, de piedra, de planta circular, con
tres niveles: uno para el ganado, el intermedio, para las palomas, y el
superior, sin uso determinado, coronado por una cúpula de piedra. Al palomar se
accedía a través de un camino empedrado y hasta no hace muchos años se podía
entrar en él, contemplar las vistas a través de sus ventanas y observar su
interior. Hoy en día nada queda de ese camino, tomadísimo por la maleza, como
se puede ver en la fotografía que acompaña al artículo.
*El palomar, visto desde la distancia. |
El estado de abandono del inmueble no
se queda ahí. Desde la lejanía pueden observarse tejas movidas y rotas, que de
seguro se habrán traducido en humedad para el interior.
Probablemente muchos de ustedes
piensen que el palomar no da dinero, y es muy posible que el número de personas
que se acercan a verlo en todo el año no supere las cincuenta, pero algo tan
nuestro, un atractivo que el Ayuntamiento publicitaba con postales y murales en
las antiguas Ferias de la Industria y la Minería, no puede acabar entre la
maleza o viniéndose abajo. Creo que con voluntad, todavía hay cierto margen de
maniobra para ponerse a hacer algo. Otra cosa es que haya esa voluntad…
Comentarios
Para mi vale mil veces la pena subir hasta el Palomar, una joya de nuestro patrimonio.