El
año 1932 había comenzado con mucho temor en Mieres. Una pareja de atracadores
había llevado a cabo varios asaltos casi de película en diferentes lugares del
concejo y había tratado de delinquir también en Oviedo.
Su
modus operandi pasaba por sorprender
a sus víctimas en lugares insospechados, de los que no pudieran escapar con
facilidad. Es lo que ocurrió con Aquilino González, un minero morciniego que
tras salir de trabajar en Ablaña, junto a un compañero, volvía a casa. Era el
10 de enero y ambos se decidieron a atravesar un túnel de El Vasco a la altura
de La Pereda, muy transitado, porque al parecer se atajaba mucho. No imaginaban
toparse con cuatro individuos que, navaja en mano, les instaron a detenerse y a
darles el dinero que llevaban encima. El compañero de Aquilino escapó. Él, lo
intentó, por lo que los asaltantes, ni cortos ni perezosos, comenzaron a
disparar.
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Algo
parecido había ocurrido una noche antes en el alto de El Padrún: cuatro sujetos
obligaron a un conductor a detener su vehículo tras salirle al paso apuntándolo
con escopetas. El conductor y su familia, gijoneses que habían pasado el día en
Mieres, se vieron obligados a dar a los atracadores sus relojes, joyas y el
dinero que llevaban.
Estos
dos no fueron los únicos casos. Hubo varios más. Las fuerzas del orden se
afanaban en dar con los delincuentes. Por casualidad, unos guardias vieron
entreabierto, el 12 de enero, un pajar en la zona de Oñón con objetos que
normalmente no suelen estar en un pajar.
A
la mañana siguiente la Guardia Civil realizaba un registro del lugar,
encontrando muchos de los objetos robados en los días anteriores: máquinas de
cortar el pelo, navajas de afeitar, tijeras, brochas y frascos de colonia,
procedentes del robo en una barbería de la villa días atrás; botellas de vino y
diversos licores robados en diferentes establecimientos del concejo y una
escopeta cargada, entre otras cosas.
No
contaban con que, en pleno registro, dos de los atracadores llegasen al pajar,
produciéndose un tiroteo entre guardias y malhechores, que acabó con la
detención de estos. Uno de ellos era José Ramón Lamela, vecino de Requejo, de
32 años, que fue tuvo que ser llevado a la Cruz Roja herido tras ser alcanzado
por una bala. El otro era, José Fernández, de 22 años, natural de Logroño y que
declaró que había llegado a Mieres buscando trabajo cuatro días antes. Las
investigaciones arrojaron que tenía tras de sí un intenso pasado delictivo.
La
asociación de José con José Ramón y otros dos mierenses, uno al que localizaron
gracias a una cartilla militar hallada en el pajar, y otro cuyo nombre proporcionaron
los detenidos, y que tenían también antecedentes por delitos menores, habían
dado como resultado un grupo de maleantes que había cometido distintos atracos.
Se
consiguió devolver buena parte de lo robado a las víctimas y los delincuentes
fueron enjuiciados y enviados a prisión.
*En la imagen, el relato de los hechos en La Voz de Asturias.
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