Este
es el relato de una historia real que comienza hace unos días en Caudalia hace
unos días fui abordado por una mujer. “¿Le
interesa participar en el sorteo de un coche?”, me pregunta una comercial,
al tiempo que me muestra un talonario con papeletas que fue decisivo para que
yo dijese que sí.
¿Por
qué? Pues porque en las papeletas aparecía como premio un Toyota Aygo en una
versión que dejó de fabricarse hace dos años. Había algo raro y me decidí a
seguirle el juego. Me explica que con proporcionarle mis datos entro en el
sorteo del coche y lógicamente, le proporciono mis datos, todos falsos, excepto
el número de teléfono, para el que le doy no mi móvil personal, sino un segundo
número de un teléfono que utilizo por razones laborales y que suele ir siempre
conmigo. Sin más, sin tener que pagar. Me da la papeleta, me sonríe y me desea
mucha suerte. Me asegura que el sorteo es el 7 de mayo.
*Una de las caras de la papeleta. |
Busco
en internet y me encuentro con una grata sorpresa: en la web de la empresa que
fabrica el producto (que no de la distribuidora) aparecen las bases de un
sorteo de un coche, un Fiat Panda (que con el Aygo debe tener en común el
tamaño y que los dos tienen cuatro ruedas) para diciembre de este año, con un
método basado en papeletas. Del Aygo y de los cientos de regalos, ni su sombra
tras recorrer la página, buscar concursos anteriores (el año pasado sí que
sortearon otro Panda).
“A ver qué pasa”, me digo a mí mismo, pensando en algo
que ocurriría al día o a los dos días después… Suena el teléfono: “¿Es usted Fulanito? Le llamamos por la
papeleta que le entregamos en el centro comercial Caudalia. Verá, le vamos a
hacer una encuesta sobre la calidad del agua y así entra en el sorteo del
coche”. Le digo cortésmente que no puedo atenderla y que no me interesa
participar en el sorteo de un coche sin bases y que ya no se fabrica.
*Letra pequeña, en la parte de atrás. |
Compruebo
tecleando en Google que los números móviles de los que llaman aparecen
reseñados en distintas webs de spam telefónico, por publicidad agresiva y
abusos al consumidor, presentándose en casa con productos que no se habían
comprado, solo sobre la base de papeletas como esa que a mí me dieron. También
acoso telefónico, que en mi caso se quedó en esa última llamada, por ahora.
Moraleja:
cuidado con estas prácticas. Sirva esta “Tribuna”
como denuncia pública de algo que es poco menos que un fraude: concurso con
premio inexistente, sin bases y con el que solo se busca colocar un producto,
acosando al consumidor con prácticas engañosas. Nadie da nada y menos en los
tiempos que corren…
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