Es habitual encontrar en el casco
urbano, en barrios como La Villa o Requejo, casas abandonadas, en mal estado,
de las que cae de vez en cuando algún cascote que obliga a acordonar una acera
por si acaso. En esos casos se suele dar un toque a los propietarios, para que
adopten las correspondientes medidas. Lo normal y lógico es que no hagan nada.
¿Quién va a poner dinero para arreglar o derribar una casa que lleva, en el
mejor de los casos, años abandonada? Pocas veces se consigue que el propietario
mueva ficha, por mucho de que se le amenace con proceder a derribar y pasarle
después la factura. Es una realidad.
Hablo de casas, igual que podría
hacerlo de edificios. Basta con remontarse a 2014 para recordar la caída de parte
de un edificio abandonado en Figaredo, un suceso en el que la suerte quiso que
no hubiese víctimas mortales, pese a caer sobre una carretera muy transitada.
*Casa abandonada y acordonada en El Pedroso. |
Es un mal contemporáneo e inevitable
que aún hoy el Ayuntamiento se resiste a combatir. Pienso que por la farragosa
tramitación y el número que implica llevar a cabo el derribo de un inmueble que
no es de su propiedad. Supongo que el tema económico también estará detrás de
esa resistencia: para derribar hay que adelantar un dinero que luego, en
teoría, se debería de recuperar, reclamándolo a los propietarios. El problema
está en que respecto de muchos de los inmuebles o se desconoce quién es el
propietario o son ciento y la madre, resultado de herencias continuadas en el
tiempo, que viven dispersos por el mundo, y sin ningún documento en el que
figure su condición de propietario, de lo que pueden valerse para librarse de pagar.
Todo ello, sin olvidar que muchas veces, para reclamar lo adelantado, toca ir a
la justicia, con los costes que ello tiene.
Todo esto me lo comentaba hace unos
días un colega que trabaja para la empresa con la que el Ayuntamiento de Aller
ejecuta, desde 2011, su plan de derribos, que ha permitido echar abajo, en seis
años, casi dos docenas de inmuebles en un concejo con menos medios que Mieres. Se
han derribado casas y edificios tanto de poblaciones como Moreda, Caborana o
Cabañaquinta como de pueblos como Boo, Nembra o Bello.
Me lo comentaba tras encontrarnos en
la Ramón y Cajal, unos metros más abajo de una casa abandonada y acordonada
aquellos días después de que cayese parte del alero.
Quizás es hora de que los responsables
en la materia se den una vuelta por el concejo, inventariasen, determinen
propietarios y diseñen un plan de derribos que quizás, quién sabe, acabe por
evitar alguna tragedia.
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