Hace unas semanas estuve comiendo en un conocido negocio hostelero de Urbiés. De la que entrábamos al establecimiento, saludamos al dueño y a la gerente, que conversaban con una pareja joven, de menos de treinta años, que, por su indumentaria, venían de hacer deporte por la zona.
“Es una pena que teniendo tantos hórreos, no se le saque partido turístico al pueblo y los hay que estén cayendo o casi sin nada ya”, comentaba ella con el dueño del local. Una servidora escuchaba desde la puerta. “Fíjate lo que hubo aquí, que la comisión de festejos del pueblu se llamaba Los Hórreos precisamente por la de ellos que había, pero fueron cada vez a menos, ya no tenemos ni les escueles”, le explicaba el dueño del establecimiento. El novio de la chica le comentaba que también había un señor con una colección impresionante de objetos antiguos, con incalculable valor etnográfico. “Eso tenía que estar en les escueles o en un sitiu así, porque ye un museo”, comentaba el hostelero. “Pero no se haz nada”, añadía, desanimado.
Para quien no lo sepa, un vecino de Urbiés, Secundino, atesora casi un millar de objetos que muestran cómo era la vida de los pueblos en el siglo pasado. Una colección impresionante que no le importaría trasladar a un local habilitado para ello y compartir con el público, tal y como explicó hace un año en el programa Pueblos, de TPA.
Terminamos de comer y dos de los cuatro que íbamos decidimos bajar andando, un poco también para bajar la comida. En el descenso nos encontramos con la pareja. Les saludamos y quise saber, por curiosidad, si eran de por aquí. Él, sí; ella, no, ella era del occidente. “Me gustó mucho el paisaje, los pueblos y lo bien que comimos, pero da rabia ver que no se aprovecha el potencial turístico que tienen los pueblos. Que a ver, pasa aquí y pasa allí”, me estuvo contando. Graduada o licenciada en Turismo, esta joven estaba fascinada con el Alto Turón y lo que su pareja le iba enseñando de Mieres. “El otro día estuvimos en Cenera, precioso y arregladísimo”, me comentaba, “y la semana pasada en Baiña, guapísimo también”. Sin embargo, echaba en falta más promoción. “En Cenera había de todo, con un pueblo muy arreglado, un museo, hórreos, palacios... Pero falta darlo a conocer e invertir en mano de obra ligada al turismo y lo mismo pasa aquí en Turón, no puede ser que esto sea paisaje protegido y no haya un solo indicador”, reflexionaba. Bajamos charlando un rato sobre los medios de promoción. “Las ferias están muy bien, te ayudan a captar posibles visitantes, pero tienen un punto en el que muchos de los que van acaban saturados de tanta información y de tanto folleto”, me explicaba. “Lo que mejor funciona es lo clásico, el publirreportaje en el periódico, el anuncio en la tele o el organizar cosas que tengan trascendencia amplia” y ejemplificaba, por ejemplo, con el Congreso de Celiaquía, el Prestoso Fest o la Universidá de Branu, que llevan a Cangas del Narcea y sus pueblos, cada año, a miles de visitantes que, por lo general, acaban haciendo turismo. “Y si le sumas personal adecuado, y te hablo de guías e informadores que conozcan la zona, la experiencia se disfruta todavía más”, me comentaba, mientras sonreía a su novio.
Nos despedimos después de que los amigos con los que habíamos ido a comer nos alcanzasen con su coche. Aquella conversación se me quedó grabada. Siempre es interesante ver las cosas desde la perspectiva de quienes saben, en este caso una persona con conocimiento del sector, y siempre es interesante conocer cómo nos ven quienes nos visitan por primera vez. Desde su mirada se descubren aspectos en los que normalmente no caemos, quizás por habernos familiarizado demasiado con la situación. Es triste que hayamos normalizado que un pueblo puede perder su patrimonio y que no le demos el valor que merece al que todavía conservamos. Da que pensar.
Álvarez
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