En los últimos meses mucho se ha
hablado del nuevo ambulatorio de Turón, ese complejo sanitario construido
después de una década de síes, de noes y de esperas. Si echásemos cuentas, en
el último año habrán salido tranquilamente doscientas noticias bajo titulares
sobre las obras del centro de salud, sobre su equipamiento, o sobre su
inauguración y puesta en marcha. Sí, los políticos han hablado largo y tendido
sobre él en la prensa. Sin embargo, parecen haberse obviado que ese ambulatorio
surge a partir de la fusión de otros dos, los de Lago y La Cuadriella. Dos
centros de salud que se quedaron sin actividad hace ya casi seis meses. No
merece la pena preocuparse por el de Lago, situado en un bajo que tengo entendido
es de propiedad privada. Sí por el de La Cuadriella, localizado en un edificio
que se había quedado pequeño, que no era muy accesible y que presentaba algunos
problemas, pero que era y es uno de los edificios civiles más bonitos del valle
de Turón, al menos para mí.
Vale. Puede que no todos ustedes vean en él un edificio guapo, como lo veo yo. Pero seguro que todos estarán de acuerdo conmigo en que es un edificio peculiar, llamativo. De esos que invitan a pararse a contemplarlo. Fue construido hace casi un siglo, en 1924, por el arquitecto municipal de Mieres, José Avelino Díaz Fernández-Omaña. La Cuadriella estaba en expansión y se necesitaba un edificio que acogiese los servicios sanitarios, un hospitalillo que atendiese a los trabajadores y a sus familias. Y así surgió el que hasta el pasado mes de mayo fue el ambulatorio de La Cuadriella. Un edificio pequeño, en comparación con el nuevo centro de salud, pero que cumplió bastante bien y durante casi cien años con su cometido.
¿Qué va a ser de él? Esa es la
pregunta que toca hacer a las administraciones. No se puede permitir que un
edificio mejor comunicado y en mejor estado que el viejo hospital de Murias
corra con su misma suerte. Tiene muchas posibilidades. Vale para asociaciones,
para grupos de ensayo, para centro interpretativo… Y podría servir, en un giro
hacia lo privado, como una pequeña residencia geriátrica. Todo dependerá de lo
que Sanidad esté dispuesta a hacer con él y del interés que el Ayuntamiento,
los distintos colectivos de Turón e incluso empresas privadas puedan tener en él.
Ya no es solo salvar un edificio. Es
algo más, es salvar un edificio que es patrimonio de Turón, testigo de su
historia reciente y de su pasado minero. Un inmueble al que fácilmente se puede
llegar a pie, en coche o en autobús, que sin ser ni muy grande ni muy pequeño
tiene amplias posibilidades y que cuenta con un sótano impresionante, mayor
incluso que el edificio.
Que no pase como con el viejo Álvarez
Buylla, que cinco años después se ha convertido en un fantasma del que las
administraciones no quieren hablar. Algo que está ahí, cayéndose, pero que se
hace como si no estuviera y que va a
llegar a no verse con la de árboles y maleza que hay en el entorno. El
ambulatorio de La Cuadriella aún está a tiempo de correr con mejor suerte.
Álvarez
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