El 11 de octubre de 1998 el grupo
ecologista Freixo, con una notable actividad en las Cuencas en la década de los
90, denunciaba ante la Guardia Civil al Ayuntamiento de Mieres.
Recorte del diario ABC |
Miembros del grupo ecologista habían presenciado, según sus declaraciones, quemas de restos humanos efectuadas por personal del Ayuntamiento en una escombrera del concejo. Desde el colectivo aseguraban haber visto cómo operarios municipales trasladaban restos del cementerio de Turón hasta una escombrera en la parte alta del valle, los apilaban y les prendían fuego con gasoil. Eran, según el grupo ecologista, “restos de cadáveres, coronas y féretros”. Esta práctica, siempre según constaba en la denuncia, se había desarrollado “por la noche”, poco antes de que amaneciese y era relativamente “habitual”.
La denuncia causó estupor en Mieres y
trajo a colación algo que había ocurrido dos años antes. En el verano de 1996
los vecinos de El Poliar alertaron, tras percibir malos olores, de quemas de
restos humanos en el cementerio de Mieres. El Principado abrió una
investigación al respecto que concluyó con la apertura de un expediente al
Consistorio y la prohibición de estas quemas, que solo se podían realizar en
crematorios o en cementerios que contasen con fosos u hornos crematorios
adecuados. Sin embargo en el Mieres de finales de los 90 no había ni crematorio
ni cementerios preparados, conforme a la legislación, para incinerar restos de
cadáveres y los cementerios estaban a punto de verse saturados.
Inhumar los restos de aquellos nichos
y tumbas de titularidad municipal abandonadas, de cuyos titulares no se sabía
nada, era entonces una práctica permitida por las ordenanzas municipales pero
las condiciones en las que el Ayuntamiento las realizaba atentaban contra la
normativa autonómica y estatal en materia de salud pública.
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