Toda ciudad que se precie tiene
lugares a evitar a no ser que sea imprescindible pasar por ellos. No
necesariamente tienen porque ser lugares inseguros, pueden ser simplemente
lugares insalubres, como el paso subterráneo del puente La Perra, uno de esos lugares
a evitar que tenemos en Mieres.
Supongo que muchos de ustedes lo
habrán pasado alguna vez. E imagino que, como me pasó a mí hace unos días, se
toparían con olores nada agradables en el mejor de los casos. En el peor, se
toparían además con las fuentes de esos olores, que suelen ser heces, orina,
basura o las tres anteriores juntas. Ahora menos, pero hace quince o veinte
años era habitual ver también jeringuillas por allí tiradas. Aunque haya
hablado del subterráneo, lo que acabo de decir es extensible también a los
descansillos que lo preceden y lo siguen. Eso, si se pasa de día. Pasarlo de
noche es algo aún menos aconsejable. Dudo mucho de que con las pelusas que
tienen los focos den algo de luz y sí, el lugar tampoco es que inspire mucha
seguridad.
Quiero pensar que en una ciudad más
grande este subterráneo tendría una cámara de videovigilancia, como han hecho
en Oviedo con pasos similares, para poder perseguir a quienes lo ensucian y dar
una mayor seguridad a quienes quieran pasar por él. Si no hay para tanto,
porque una cámara cuesta y mantenerla aún más, podrían jugar a la disuasión con
algún cartel amenazante del estilo de esos que indican que en tal lugar está
prohibido tirar basuras, bajo multa de no sé cuantos euros. Claro, que la
efectividad de estos carteles disuasorios es mínima, por no decir ninguna.
Es un muerto que seguriá ahí durante
generaciones y generaciones. Cuando yo comenzaba a ir a Oviedo en tren en casa
siempre me decían que evitase el subterráneo. Ahora soy yo quien se lo digo a mis
sobrinos, e imagino que en unos años se lo diré a mis hijos y a los hijos de
mis hijos.
¿Fue un error no conectar la calle
Manuel Llaneza con el puente La Perra a través de una pasarela como la que une
Vega de Arriba con el paseo fluvial? A todas luces. Se habría ganado en
accesibilidad, sin los sesenta y ocho escalones que tiene el paso actual, y sin
el subterráneo. No hubiese afectado a la imagen del puente. Puede incluso que
hasta la hubiera modernizado. Sin embargo, por lo que fuese, se optó por lo que
tenemos hoy en día y que seguiremos teniendo. Para mí es un error urbanístico,
pero está claro que para quienes lo concibieron no lo era. Toca seguir
apechugando con ello.
Álvarez
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