Hace unas semanas recibimos un correo electrónico
desde Puerto San Julián, en la Patagonia argentina. Su remitente, Eduardo Díaz Razmilich, de
56 años, abogado y profesor universitario de Ciencias Jurídicas, nos contaba en
él la historia de su familia, oriunda de las zonas de El Padrún y Baiña, en
Mieres. Sus bisabuelos y sus abuelos fueron unos de los muchos emigrantes
asturianos que, en las primeras décadas del siglo XX, se decidieron a partir en
busca de una mejor fortuna a las tierras del Cono Sur.
Eduardo busca a los descendientes de parte de su
familia paterna, en concreto, a descendientes de su tío abuelo Jesús, que se
quedó en Mieres y formó su propia familia, y de su tía abuela Gloria, que
volvió al concejo tras una estancia en Argentina. Aquí se casó y tuvo dos
hijos: Pedro y Lorenzo.
Conocemos de primera mano la historia de Eduardo y
su familia a través de esta entrevista, con la que tratamos de ayudar a Eduardo
a encontrar a esos familiares que lleva tiempo buscando.
"En Asturias había mucho desempleo, pocas oportunidades y las
noticias que enviaban los emigrados circulaban rápido y eran alentadoras ya que
casi todos conocían a alguien que había emigrado y enviaba dinero a España"
–Puerto San Julián recibió un
buen número de inmigrantes asturianos entre finales del siglo XIX y hasta los
años 40 del XX. ¿Qué atractivos económicos e industriales tenía la ciudad para
captar ese flujo de inmigrantes?
Debemos
recordar que por entonces la Argentina tenía pocos años de organización
institucional (la Constitución Nacional se dictó en 1853), muy poca población,
y un territorio de casi 3.000.000 km2. La distancia entre su punto
más austral (Ushuaia) y su extremo Norte (La Quiaca) es la misma que de Madrid
a Moscú, algo más de 4.000 km. La distancia entre sus extremos Este y Oeste
(Concepción del Uruguay y Mendoza) es igual a la que separa Londres de Roma,
cerca de 1.200 km.
La
Constitución estableció que “El Gobierno federal
fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto
alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por
objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las
ciencias y las artes”, norma que hoy sigue
vigente. Se dictaron varias leyes que favorecían el asentamiento de inmigrantes
europeos, y la Patagonia fue un destino en el que esos inmigrantes encontraron
muchos atractivos por el hecho que “todo estaba por hacerse”.
Vista aérea parcial de Puerto San Julián |
La Patagonia es casi la mitad del territorio total del país, pero
la colonización española de la época del Virreinato del Río de la Plata casi no
había avanzado sobre su territorio. No había pueblos ni ciudades coloniales, y
la población indígena tenía malas relaciones con los colonizadores de la mitad
Norte del país. Las poblaciones de frontera entre el territoriocivilizado y el territorio aborigen
eran objeto de frecuentes y sangrientas incursiones de saqueo. Por ese motivo,
hacia 1880 se lanzó desde Buenos Aires una campaña militar sobre la Patagonia
conocida como “Conquista del Desierto”. La población indígena fue prácticamente
exterminada. Eso hizo que quedara un territorio de más de 1.300.000 km² poco
menos que vacío en cuanto a población, pero además sin ninguna infraestructura,
ni caminos, ni alambrados, ni telégrafos, ni puertos, ni pueblos ni ciudades.
Hubo que hacerlo todo de cero, y a toda prisa (existía cierta tensión entre los
gobiernos argentinos y los del vecino Chile, y se desconfiaba de cierto espíritu expansionista
chileno). Por eso el gobierno se apresuró a fundar pueblos (Puerto San Julián
se fundó en 1901), y concesionar tierras urbanas y rurales en grandes
extensiones, a precios muy bajos y a pagar en muchos años.
El
resultado fue que hubo trabajo para todos: albañiles, carpinteros, panaderos,
zapateros, labradores, pastores, navegantes, almaceneros, etc. La principal
actividad económica en un terreno semidesértico y con clima extremo era la cría
de ovejas. En un mundo todavía sin fibras sintéticas, la ropa de abrigo,
frazadas, colchones, tapizados para las butacas de cine, teatro y los recién
inventados automotores, todo se hacía con lana de oveja. Una majada de 5.000
ovejas (lo que podía sostener un campo mediano) producía unos 17.000 kg de lana
al año, con lo que una familia grande podía vivir holgadamente. Máxime
considerando que (a diferencia de lo que sucede hoy), la moneda argentina era
casi tan fuerte como la libra esterlina, y los europeos tenían muy incorporados
los hábitos de trabajo duro, ahorro y austeridad. En menos de diez años,
trabajando duro y ahorrando, un inmigrante que llegaba sin un centavo, podía
ser propietario de una casa y estar al frente de un negocio próspero. Por otra
parte, según contaban los inmigrantes españoles en general, las condiciones de
vida en España eran duras. En Asturias, la gente de pueblos pequeños o de campo
tenía una economía de subsistencia, sin posibilidad alguna de progreso o
crecimiento. Los únicos trabajos disponibles estaban en la minería del carbón,
un trabajo duro, sacrificado, insalubre y mal pago. Por otra parte, la milicia
era de dos años, muchas veces siendo enviados al Sáhara español. Muchos
emigraban sólo para no enfrentar ese destino, e incluso muchos desertaban
durante el mismo y huían a América vía Gibraltar. Otro factor importante para
decidirse por la Argentina a la hora de emigrar era que no era necesario
aprender un nuevo idioma, que la población era mayoritariamente católica, y que
no existían conflictos militares, religiosos ni étnicos.
–¿Cómo es, hoy por hoy, Puerto
San Julián?
Es
una ciudad pequeña, de aproximadamente 15.000 habitantes, con un desarrollo
importante logrado en los últimos 20 años a partir de la minería de oro y
plata. Hasta mediados de la década de 1990, la población era de unos 5.000
habitantes, número que se venía manteniendo con crecimiento vegetativo desde
hacía al menos 40 años, y la principal actividad seguía siendo la ganadería
ovina –en crisis terminal ya por ese entonces–, y una enorme presencia de
empleo estatal.
Una de las avenidas de Puerto San Julián |
En esos años el gobierno nacional modificó algunos aspectos de
la legislación minera, permitiendo la inversión de capitales privados
multinacionales, con lo que se comenzó a explotar el yacimiento de oro y plata
Cerro Vanguardia, que es una de los cuatro mayores del mundo.
La
presencia de esta actividad atrajo mucha migración interna (de otras partes del
país), lo que triplicó la población en un lapso de 20 años. Como se trata de un
recurso no renovable, las autoridades están apostando a desarrollar el turismo,
para lo cual uno de los recursos de mayor interés es el turismo histórico, ya
que nuestra bahía fue el lugar elegido por Hernando de Magallanes en su
histórico viaje de primera circunnavegación al planeta, para pasar el invierno
de 1520. Información detallada al respecto puede verse en la siguiente guía
turística.
–Entre esos inmigrantes se
encontraban sus abuelos paternos, emigrados desde Mieres. ¿Cómo se llamaban?
Mi
abuelo paterno se llamaba Luis Carlos DÍAZ MUÑIZ. Era hijo de don Pedro DÍAZ
CASAL y de Potenciana MUÑIZ.
Don
Pedro, mi bisabuelo, tras una vida intensa que incluyó un tiempo de estadía en
Cuba a cargo de plantaciones de tabaco, volvió a Asturias hacia 1900, y
compró una casa en El Padrún, donde
vivió hasta su muerte ocurrida en 1930. Se casó con Potenciana, que falleció en
1920, a quien casi triplicaba en edad (ella 16, él 42). Tuvieron siete hijos:
Luis (mi abuelo, nacido en Olloniego), Jesús, Gloria, Manuel, María Luz, Julia
y María de los Olvidos. De todos ellos, sólo Jesús permaneció siempre en
Asturias. Sabemos que tuvo descendencia, pero no tenemos datos al respecto. Los
otros seis emigraron a Argentina, pero el de Gloria es un caso especial porque
luego de vivir un tiempo aquí regresó a Asturias, donde se casó con un señor de
apellido Menéndez, con quien tuvo dos hijos: Pedro y Lorenzo MENÉNDEZ DÍAZ.
Pedro, por su parte, se casó y tuvo una hija que vive hoy en Mieres u Oviedo.
Pero luego enviudó, y tras casarse en segundas nupcias vino a la Argentina con
su nueva esposa, donde fueron padres de Iluminada Estrella MENÉNDEZ, una
reconocida médica especialista en diabetes. Lorenzo era ingeniero en minas, y
tuve ocasión de conocerlo en 1977, cuando vino de visita a la Argentina. Sé que
tenía hijos pero no sé nada de ellos.
Mi
abuelo emigró en 1923 y aquí se casó con mi abuela Anita FERNÁNDEZ, que si bien
nació en Puerto San Julián (1911), era hija de dos asturianos llegados entre
1900 y 1905: mis bisabuelos Eduardo FERNÁNDEZ y Gumersinda ÁLVAREZ.
De
Eduardo sabemos poco, sólo que tenía tres hermanos (Manuel, Matilde y Sabina) y
un medio hermano (Vicente). Todos emigraron y hay descendientes, con quienes
tengo trato frecuente.
De
quien sabemos algo más es de Gumersinda, que nació en Baiña al igual que sus
hermanos Generoso, Joaquín, Simona, Manuela, y Encarnación. Todos emigraron y
formaron grandes familias en esta región.
–¿Qué les llevó a emprender una
nueva vida en la Patagonia argentina? ¿Cómo fue esa vida allí?
Las
condiciones que describí más arriba, y el hecho de que según contaba mi abuelo,
la situación ya de por sí precaria de la economía española se había agravado
tras la primera Guerra Mundial. Había mucho desempleo y pocas oportunidades. Por
otro lado, las noticias que enviaban los emigrados, que circulaban rápido en
las pequeñas comunidades asturianas, eran alentadoras y casi todos conocían a
alguien que había emigrado y enviaba dinero a sus familias en España.
Casas en El Padrún (archivo) |
La
vida aquí en esos años giraba en torno al campo. El grueso de las familias
vivían en el campo, dedicadas a la cría de ovejas. Mi bisabuelo Eduardo FERNÁNDEZ,
con su esposa y sus hijos pequeños (mi abuela Anita entre ellos) era
administrador de una gran estancia propiedad de una sociedad anónima. En el
campo la vida era dura, ya que el clima es (todavía hoy, cambio climático
mediante) muy riguroso, con inviernos muy fríos, y veranos secos y ventosos.
Debían cuidar las ovejas de los depredadores como zorros y pumas, y alambrar
las enormes extensiones de campo, pasando mucho tiempo (meses incluso) viviendo
a campo abierto, acampados en refugios improvisados con piedras y cueros de
animales, como los aborígenes.
Mi
abuelo no trabajó en el campo. Cuando llegó se empleó en una importante casa
comercial, donde trabajó casi veinte años, hasta que decidieron –ya cuando mi
padre y su hermano eran adolescentes– irse a vivir a Buenos Aires. Durante su
estadía en San Julián, fue uno de los socios fundadores de un Club Atlético San
Julián y de la Asociación Española de Socorros Mutuos, fundada en 1927. Ambas
instituciones existen actualmente y mantienen una importante presencia en la
vida cultural y social de la ciudad.
–Sus bisabuelos, precisamente,
son la base del llamamiento que hace, en busca de descendientes que puedan
seguir viviendo en la zona de El Padrún o sus alrededores. ¿Tiene algún dato,
alguna pista, que nos pueda ayudar a encontrar esos descendientes?
Los
que señalé antes: descendientes de Jesús DÍAZ MUÑIZ o de Gloria DÍAZ MUÑIZ de
MENÉNDEZ, o de Pedro o de Lorenzo MENÉNDEZ DÍAZ –éste último vivía en Mieres–.
–Nos consta que ha podido ver, a
través de EL BLOG DEL MIERENSE, imágenes actuales de El Padrún y los pueblos
aledaños. ¿Qué le parecen estos lugares donde vivieron sus antepasados?
Me
parecen de una belleza increíble, dado que veo caseríos y aldeas que tienen 300
o más años de antigüedad, y se mantienen en pie. En donde yo vivo no existe nada cuya antigüedad sea mayor a
130 años, y de eso en estado original casi no queda nada.
La Piperona, en las proximidades de El Padrún (archivo) |
Por
otra parte, veo que la de Mieres es una región boscosa y verde, lo que también
me parece muy hermoso. Si bien la Patagonia tiene paisajes increíbles, la
región en la que yo vivo es una estepa lindante con el mar. El verde casi no
existe en el paisaje natural.
–¿Le gustaría visitar esos
pueblos en un futuro?
Me
encantaría hacerlo, y es un objetivo a cumplir tan pronto sea posible. Mi
esposa es hija de un vasco, por lo cual los dos tenemos lazos muy cercanos con
el norte de la península ibérica. Me gustaría mucho contemplar con mis propios
ojos los lugares que nombraba mi abuelo cuando me cantaba aquello de “Baxaben
cuatro alleranos / tolos cuatro de madreñes / y en Santullano pidieron / fabes,
tocín y morcielles…”.
–¿Cómo pueden ponerse en contacto
con usted los posibles descendientes de sus bisabuelos que lean esta
entrevista?
Escribiendo
a mi mail edr.sanjulian@gmail.com,
o a mi Facebook, donde me hallarán por mi nombre y apellido.
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