En 1935 muchos de los mierenses que tenían gallinas no pegaban el ojo por las noches, ya que, desde principios del mes de marzo, habían desaparecido de los gallineros numerosas aves. No había indicios de que zorros o jinetas hubiesen entrado en ellos, ya que las desapariciones habían sido limpias, sin dejar sangre ni plumas. Alguien estaba robando gallinas y gallos, tal y como denunció ante las autoridades Florentino Llaneza, un vecino de El Vasco, a quien le habían desaparecido un gallo y cuatro gallinas.
Recorte de La Voz de Asturias. Marzo de 1935 |
Las gallinas, que carecen de visión nocturna, eran un botín fácil si se salía a robar por las noches y eso debieron de pensar los cacos que durante semanas entraron en distintos gallineros y se hicieron con un buen número de gallinas y gallos. La Guardia Civil no sabía cómo encauzar la investigación, hasta que, casualidades de la vida, varias de las gallinas robadas aparecieron en un gallinero de La Villa, el de Leonides Hidalgo. A ella se las habían vendido unos jóvenes, los mismos que las habían estado robando en los días anteriores. No fue difícil dar con los muchachos, Santiago Jove, de La Peña, y Manuel Oviñado, de Oñón, que fueron inmediatamente detenidos. Ante los agentes confesaron su historial de robos, con un listado que hizo público la prensa al día siguiente de la detención: "A Florentino Llaneza, de El Vasco, un gallo y cuatro gallinas; a Andrés Sánchez, del mismo barrio, seis gallinas; a Salvador Riestra, de las Casas Baratas, tres gallinas; a Nicolás Sánchez, de Figaredo, un gallo y cinco gallinas; a Francisco Rodríguez, del mismo pueblo, cuatro gallinas; a Domingo Domínguez, de La Villa, cinco gallinas; a Josefa Fernández, de La Fábrica, ocho gallinas […]" y suma y sigue hasta un total de cuarenta y ocho gallinas y cuatro gallos.
No solo a Leonides Hidalgo le habían vendido parte del botín, también a otros vecinos de Mieres y Santullano, que se vieron obligados a restituir las gallinas a sus legítimos dueños, igual que los detenidos con las que aún conservaban en su poder.
Desconocemos qué otras consecuencias tuvo para Santiago y para Manuel, que eran dos veinteañeros, esta hazaña que causó el disgusto de aquellos que, de un día para otro, se toparon con sus gallineros vacíos a causa de estos dos raposos.
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