Estamos en 2024 y se conmemoran cincuenta años de uno de los grandes muertos del concejo y de la región. Distintos estudios siguen coincidiendo en que El Tarronal presenta elevados índices de contaminantes en el subsuelo, entre los que destacan el arsénico y el mercurio que tantas vidas se cobraron, de manera temprana, mientras la mina estuvo en activo.
“Es uno de los lugares con más contaminación de Asturias”. Así de tajante se mostraba hace unos años la Coordinadora Ecoloxista d’Asturies al hilo de esta antigua explotación de mercurio, cuyo coste humano fue incalculable –véase el documental de Capellín Corrada, Morir en El Tarronal– y que aún hoy, medio siglo después, sigue teniendo efectos medioambientales nocivos.
La imagen que abre este artículo es del pasado verano. Así está este muerto cincuenta años después y tras varios intentos frustrados de descontaminación. En 2012 El Tarronal acogió diversas pruebas enmarcadas en el Proyecto LIFE+ “Demostración de Tecnologías Innovadoras de Contaminados con Arsénico”, capitaneado por José Luis Gallego, profesor de la Universidad de Oviedo, y financiado por el Principado, la Unión Europea, la propia Universidad y Sogener. Durante cuatro años, y tras una inversión de 878.639 euros, el equipo del profesor Gallego pudo comprobar sobre el terreno que es posible descontaminar a base de fitorremedición, o lo que es lo mismo, a base de plantas que toleran el arsénico para absorberlo y erradicarlo. También con la biorremedicación y el lavado de suelos. En un interesantísimo artículo científico del 2015 se puso de relieve que las pruebas, hechas a escala, dieron buenos resultados. Sin embargo, la superficie a descontaminar es tan grande que se hizo inasumible, económica y materialmente, seguir con la labor.
A finales de 2017, la Unión Europea impulsó un programa similar, esta vez en La Soterraña, Lena, que contemplaba “pruebas piloto” en El Tarronal. Mientras que en La Soterraña sí se descontaminó algo, en El Tarronal se siguió como estaba.
Soy consciente del inmenso presupuesto que exige descontaminar un terreno tan amplio como el de El Tarronal, que no solo incluye la propia mina, sino también el cauce del río y los montes aledaños. Sin embargo, no podemos consentir que el muerto siga ahí otros cincuenta años. Ahora que parece haber una conciencia ecológica mayor, es el momento de moverse e involucrar a la Universidad, a las administraciones y a empresas privadas para reducir esos elevados porcentajes de contaminación. Es muy probable que los terrenos no se usen nunca para nada, pero es una deuda histórica con los vecinos de la zona, con los trabajadores que perdieron su vida por esa contaminación y por el propio valle de Santiso, que ve en El Tarronal una mancha dentro de un paisaje en el que ya tuvo un impacto considerable la construcción de la Autovía Minera.
Sé que puede sonar utópico, pero ojalá llegue el día en el que los terrenos tanto de La Soterraña como de El Tarronal estén totalmente descontaminados. En cierta manera, solo así se haría justicia.
Álvarez
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