Toda ciudad que se precie tiene un animal callejero carismático. Rufo en Oviedo es un buen ejemplo de ello. En Mieres, a falta de perro, tenemos un gato. Un minino de nombre desconocido que se deja ver todas las noches en Manuel Llaneza y alrededores y que, como buen felino, es un animal de costumbres.
La principal es llegarse a un conocido establecimiento de pizzas en el que suele cenar algunas sobras. Desconozco si tiene ascendencia italiana y de ahí su afición a las pizzas, pero el gato no pierde noche sin acercarse a la puerta de la cocina de este local. Allí espera pacientemente a que los trabajadores le den trozos de jamón, de queso, de peperoni o de lo que haya. Come con calma, sabiendo que a esas horas, ya rozando la medianoche, la calle es un lugar mucho más tranquilo que por el día y, por supuesto, con menos tráfico.
Una vez satisfecho su apetito, el gato se va contento hacia su guarida, situada en un lugar que, por privacidad, no voy a revelar. No queremos demandas de ningún felino, máxime ahora que estamos acabando la temporada.
Dicen que un animal nunca se olvida de quien le proporciona alimento. Este gato negro de intensos ojos verdes es un claro ejemplo de ello. Desde hace años se deja ver, día sí y día también, en su trayecto hacia el establecimiento, a la puerta, o en su regreso con la cena en el estómago. Su historia es una de esas historias que surgen a pie de calle y que muchas veces pasan desapercibidas para el gran público. Su historia es la historia de muchos animales callejeros alimentados por voluntarios de las colonias, por hosteleros o, en el peor de los casos, con lo que sacan de las papeleras o de la propia calle. No hay mejor manera de despedir el curso que dando a conocer la historia de estas criaturas y de quienes, desinteresadamente, les proporcionan una ayuda.
Disfruten del verano. Más, en septiembre.
Una vez satisfecho su apetito, el gato se va contento hacia su guarida, situada en un lugar que, por privacidad, no voy a revelar. No queremos demandas de ningún felino, máxime ahora que estamos acabando la temporada.
Dicen que un animal nunca se olvida de quien le proporciona alimento. Este gato negro de intensos ojos verdes es un claro ejemplo de ello. Desde hace años se deja ver, día sí y día también, en su trayecto hacia el establecimiento, a la puerta, o en su regreso con la cena en el estómago. Su historia es una de esas historias que surgen a pie de calle y que muchas veces pasan desapercibidas para el gran público. Su historia es la historia de muchos animales callejeros alimentados por voluntarios de las colonias, por hosteleros o, en el peor de los casos, con lo que sacan de las papeleras o de la propia calle. No hay mejor manera de despedir el curso que dando a conocer la historia de estas criaturas y de quienes, desinteresadamente, les proporcionan una ayuda.
Disfruten del verano. Más, en septiembre.
Álvarez
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