No puedo evitar esbozar una sonrisa cuando veo una de las costumbres no escritas que más me han maravillado siempre, desde niña.
Una costumbre que ilustra muy bien la fotografía con la que abro el artículo. Hay muchos mierenses que si les sobra pan en casa lo meten en una bolsa y lo cuelgan del contenedor para quien lo quiera, generalmente vecinos de la misma calle que tengan animales, aunque no descarto que haya personas necesitadas que se lo lleven a casa si puede comerse.
Es una costumbre que permanece inmutable al paso del tiempo y que me atrevería a decir que pasa ya de generación en generación. Una tradición que da muestra de una buena vecindad y de la voluntad de no tirar el pan a la basura, ese alimento que muchas personas consideran un básico de la mesa y que añoraron quienes sufrieron los efectos de la más dura posguerra. La tradición ha sobrevivido, incluso, a que ahora todos los establecimientos cobren las bolsas de plástico. Todo sea por no tirar un solo trozo de pan a la basura.
En un momento, el actual, en el que cada vez quedan menos costumbres vigentes, hay que evitar que se pierdan las pocas no escritas que nos quedan.
ÁLVAREZ
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