Hace unos días dos compañeras se engarraron en mi trabajo. Una había hecho no sé qué que no había gustado a la otra. La discusión fue notable y una de ellas, la disgustada por el trabajo de su compañera, alzó la voz y no tuvo reparos en decirle cuatro cosas. Esta compañera es de Mieres. Un rato después, en la pausa del café, varias comentábamos lo ocurrido. "Los de Mieres no tenéis reparos en decir lo que se os pasa por la cabeza, ¿no?", me preguntaba otra compañera, muy joven, recién llegada al lugar de trabajo. "Yo llevo un año saliendo con un mierense y es la impresión que me da él y lo que veo cada vez que voy a Mieres", me comentó. Nunca lo había pensado, la verdad. Tras reflexionarlo, le dije a mi compañera que sí, que quizás sí somos de decir más lo que se nos pasa por la cabeza que en otros lugares, aunque no siempre lo digamos a la cara y con las mejores formas posibles. Muchas veces, incluso, sin medir las consecuencias. Se me vino a la mente un lamentable
- Obtener enlace
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones