Si hay un tema sensible para la política local y la ciudadanía en general, ese es el aparcamiento. Hace unos días, el Partido Popular proponía abrir el patio de los colegios Liceo Mierense y Aniceto Sela en domingos y días no lectivos para usarlo como aparcamiento en tanto finalizan las distintas obras del casco urbano. Se proponía utilizar la parte no techada, la que da a Leopoldo Alas. Como siempre que se menciona la palabra aparcamiento, la gente saltó con opiniones de lo más variadas.
En efecto, hay problemas de aparcamiento en Mieres. La magnitud que cada uno quiera darles es algo distinto. Los menos pesimistas apelan a Vega de Arriba y la zona universitaria como zonas con muchas plazas y poca demanda en días no lectivos. Es cierto. Los más pesimistas argumentan que quedan lejos del casco urbano. También tienen su punto de razón. Hay quienes miran a Oñón y La Mayacina y apuntan un nuevo problema: los aparcamientos son zona blanca y hay quienes los usan más como garaje que como aparcamiento. Es verdad. Quienes hacen esos usos esgrimen que no les queda de otra, pues o viven en edificios o barrios sin garajes, como Santa Marina o buena parte de la calle Numa Guilhou, o que es directamente imposible hallar una plaza de garaje o cochera para alquilar en su calle o barrio. Basta echar un vistazo a Idealista para comprobar cómo está el mercado y corroborarlo.
Como residente en Turón, poco puedo aportar desde la experiencia personal. Si bajo a Mieres en coche procuro dejarlo en el Sinagua o La Pista. La zona azul de estos dos aparcamientos ayuda a que haya mucha rotación de plazas, aun siendo estacionamientos pequeños.
Como ciudadano y persona que ejerció labores de concejal hace ya unas décadas, creo que el mal del aparcamiento nace de varias decisiones que quizás fueron correctas en su momento, pero que han repercutido en nuestro presente. Hubo interés en hacer un parking subterráneo bajo la plaza de La Libertad y otro en La Mayacina. Ninguno de los dos salió adelante. Se construyó un parking subterráneo bajo la estación de autobuses, pero su concesión pasó a manos de una empresa privada que se dedicó a arrendar las plazas de forma permanente. Se construyeron macroaparcamientos en Oñón y La Mayacina y pese a que se habló de zona azul, bonificada para residentes, nadie se atrevió a implantarla. Desaparecieron aparcamientos a raíz de las peatonalizaciones. Hay que agradecer que la Universidad de Oviedo retirase las barreras que en un primer momento instaló para el acceso a sus aparcamientos. Todo lo contrario ha hecho Alimerka en el supermercado de La Mayacina. Las obras de los últimos meses han hecho todo lo contrario a alivianar el problema. Se está apostando por una ciudad cada vez más libre de coches, pero no se está consiguiendo cambiar la mentalidad de los ciudadanos, que muchas veces quieren ir en coche hasta la puerta del comercio al que van a comprar unas zapatillas para pasar calientes el invierno. Distintas circunstancias explican el problema.
Quizás la solución pase por una estrategia enfocada en resolver el problema del aparcamiento y en reorganizar algunas calles para ganar plazas. Se vio en San José de Calasanz hace unos años. Quizás haya que dar algún toque a particulares y profesionales que no mueven sus vehículos durante semanas. Quizás haya que fomentar el transporte público y aumentar frecuencias. La solución no es abrir el patio de un colegio para aparcar un domingo; es que Gobierno, Policía Local y Emutsa tracen una estrategia que palie el problema o, que al menos, lo intente.
ElCaraba

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