VENTANA A ASTURIAS: De 16 a 18

De vez en cuando se hacen las cosas bien por parte de nuestros políticos, aunque cada vez se vea esto con menos frecuencia. Una de las últimas ocasiones en las que quienes gobiernan Asturias han actuado, al menos para mí, de la manera más correcta posible, se ha dado hace escasos días, cuando el Parlamento asturiano aprobaba finalmente el anteproyecto de la “Ley del Alcohol”, como la llaman los periódicos y que será aprobada definitivamente dentro de no mucho tiempo.
Lo mejor de este anteproyecto es sin duda el hecho de que eleva la edad mínima para beber alcohol a 18 años, abandonando así los 16 que se venían manejando hasta ahora (y solo en Asturias, ya que en el resto del país la edad era los 18 años).
Un cambio esperado y lógico, porque, vamos a ver, si para disfrutar de otras drogas legales, como el tabaco, se exige la mayoría de edad, ¿por qué con el alcohol, que es tan perjudicial como el tabaco existía ese privilegio?
Ello implica que se debería con ello acabar de ver ciertas escenas un poco ‘chocantes’ de adolescentes (muchos de menos de 16 años) bebidos a mitad de la tarde en La Villa, la calle Covadonga…
Y digo debería porque con subir la edad legal no basta para evitar que un menor consuma bebidas alcohólicas. A los pubs les interesa vender y seguirán haciéndolo, sin importar la edad, como se ve en los rincones que les acabo de mencionar, si no se les alecciona debidamente (un buen catálogo de sanciones no estaría mal) y, claro está, para ello es necesaria la intervención de Policía y demás cuerpos, que, al menos en Mieres, hacen demasiado la vista gorda, al igual que muchos de los padres y madres de esos menores, que ven como algo normal que su niño/a de 14 o 15 años salga a disfrutar de una droga como el alcohol (y quién sabe si de alguna más).
Y eso mismo pasa también con los estancos y los menores, a los que siguen dispensando sus ‘maravillosos’ productos.
Lo dicho, una ley sirve pero para poco. No basta con que se apruebe y entre en vigor, sino que es necesario también un control sobre quienes, directa o indirectamente, participan de aquello que esa ley regula (pubs, discotecas, bares, supermercados…). 

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