Sentí una profunda pena hace dos
semanas cuando, de vuelta a casa, a eso de las ocho y pico, puse la TPA y me
encontré con unas increíbles imágenes de cómo había quedado el antes Centro de
Interpretación del Calamar Gigante de Luarca después del temporal que destrozó
todo lo que pilló a su paso.
Sentí pena por varias razones. La
primera, que se trataba de un sitio donde había estado hace cuatro o cinco
meses, contemplando las exposiciones y asombrándome de lo bien organizado que
estaba, la amplitud del edificio y la calidad de lo expuesto. La segunda, que
era algo único en Europa. No hay en toda Europa un museo como el que teníamos
en Luarca.
Era algo que se veía venir, ya que,
para los que no conozcan el edificio, este está situado muy próximo al mar, con
unas vistas impresionantes que se pueden convertir en época de temporales en
terroríficas olas capaces de arrasar con todo a su paso, como ocurrió hace dos
semanas.
Entonces no solo se perdió el
inmueble, sino también varios de los ejemplares expuestos, que no, no estaban
vivos (algo que cierta presentadora de televisión nacional no sabía).
Este martes o miércoles el museo
volvía a ser noticia y es que, para acabar de rematar, unos vándalos han
entrado de noche en las instalaciones y han destrozado todo lo que han podido,
tanto expositores como bichos, aumentando todavía más el desastre.
Aunque el Principado ya ha anunciado
que se reconstruirá el museo, solo espero que se elija otro inmueble ya que si
se reconstruye el que venía ocupando hasta ahora la exposición está más claro
que el agua que va a durar poco (hasta que otro temporal llegue).
La tragedia se ha cebado con el
CEPESMA, una de las asociaciones asturianas a las que más aprecio tengo, que ha
mostrado a lo largo de sus años de vida su compromiso con el medioambiente, la
flora y la fauna.
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