Veinticuatro muertos y decenas de
heridos en tan solo siete años. Ese era el demoledor balance de víctimas que
presentaba el cruce entre la actual Manuel Llaneza y la Nacional 630, a la
altura del Puente La Perra. Un cruce surgido de la puesta en marcha, a
comienzos de los 80, de la nueva variante del tramo Mieres-Oviedo de la N-630,
que cortaba la céntrica calle con una intersección en el que tenían preferencia
los automóviles que circulaban por la nacional. Quien deseaba ir a la estación
de Renfe o subir a pueblos como Siana, debía hacer atravesar ese cruce.
Recorte de ABC |
Precisamente a Siana se dirigían tres
personas cuyas vidas llegaron a su fin en el verano de 1975 en aquel fatídico
punto negro. Se trataba de un joven de 26 años que iba a casarse a Siana; su
cuñada y madrina de boda, de 27, y el taxista que conducía el vehículo. El
coche en el que viajaban fue arrollado por un autobús que circulaba por la
N-630. Los tres ocupantes del vehículo murieron en el acto.
Conmocionados por lo ocurrido y hartos
de que el cruce siguiese sumando víctimas mortales, los vecinos de Mieres
decidieron salir a la calle y organizaron distintas protestas. La más
multitudinaria se produjo el 7 de agosto de 1975 en el propio cruce: 4.000
mierenses, en su mayoría mujeres, se congregaron en la intersección, interrumpiendo
el tráfico de la nacional. Tenían la intención de hacer una sentada, pero la
intervención de la Policía, que se ocupó de disolver la protesta, les hizo
desistir de sus planes.
Pese a ello, el hecho de que 4.000
personas se congregasen para pedir que la mejora de la seguridad en aquel cruce
no pasó desapercibido y todos los diarios regionales y nacionales se hicieron
eco de ello. Miembros de aquella protesta se reunieron días después con
distintas autoridades locales y provinciales que atendieron sus
reivindicaciones y se encargaron de trasladarlas a la administración estatal,
quien ostentaba las competencias sobre la vía.
Fue el comienzo del fin de aquel
fatídico cruce que tantas vidas sesgó y una muestra más de cómo la unión de los
vecinos del concejo se convirtió en el punto de partida para que una vez más
las cosas cambiasen.
Comentarios
En ese cruce chocaron un coche y un autobús que transportaba discapacitados que trabajaban en la FUSBA. El golpe fue tremendo y pese a ello el conductor pudo salir del vehículo. Cuando se bajó y vio que los que bajaban del autobús andaban como andaban -cojos y con otras discapacidades- echó las manos a la cabeza. "Tranquilu, que nosotros ya veníamos así", le espetó uno.
Pocas veces aquel maldito cruce dejó anécdotas graciosas como esta. Quiero pensar que hemos avanzado en seguridad vial, aunque todavía tenemos cruces que se las traen.