Los cementerios son lugares cargados de arte. Un arte que no
suele ser objeto de estudio, que no suele aparecer en libros dedicados a la
materia y en el que tampoco suelen pararse a reparar aquellos que, por unas u
otras causas, acuden a los camposantos.
Coincidiendo en su publicación con
fechas previas al Día de Todos los Santos, recorremos a través en este
reportaje, cuyas fotografías fueron realizadas el pasado 12 de agosto, el
cementerio de La Belonga, con el único propósito de mostrar parte de ese arte
encerrado entre sus muros.
[NOTA. Las presentaciones del reportaje
se inician haciendo clic en cada una de ellas. Recomendable su visualización
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reproducirse].
Construido en La Belonga, a escasos
trescientos metros de Requejo, el cementerio de Mieres mantiene, al menos desde
el exterior, la división de la parte de enterramiento civil, un logro de
finales del siglo XIX, y la parte de enterramiento católico, que hoy en día acoge
prácticamente cualquier tipo de enterramiento.
Con una portada de entrada más
historicista, hecha de piedra y presidida por un búho, el animal al que los
griegos consideraban guardián de los muertos, y decorada con varias coronas, el
cementerio civil es un largo rectángulo formado por aproximadamente cuarenta
tumbas. Entre ellas, la del ilustre Manuel Llaneza, decorada con una fotografía
suya, y las de numerosos mineros, adornadas con instrumentos propios de la
mina, como el casco y la lámpara que presiden una de las tumbas que se pueden
ver en las imágenes.
Pese a que conservan entradas
independientes desde el exterior, el cementerio civil está conectado a través
de su interior con el cementerio católico, cuya entrada, de ladrillo y
presidida por dos cruces nada tiene que ver con la del cementerio civil.
Es esta parte del cementerio la que
más arte y símbolos encierra.
Todo tipo de enterramientos se
encuentran en el cementerio, desde tumbas a nichos, pasando por panteones de
muy diversos tamaños y estructuras. Comenzando por las tumbas, se pueden ver
desde tumbas extremadamente cuidadas hasta otras que no lo están tanto, e
incluso alguna convertida en un zarzal. En ellas se pueden observar pequeñas
muestras de simbología, como el crismón que preside la de la familia Bernaldo
de Quirós, que recoge en anagrama las iniciales de Cristo en griego, aunque sin
las letras alfa y omega, habituales de este tipo de símbolos. Encontramos
también cruces del calvario, caracterizadas porque de ellas cuelgan vestimentas
que simbolizan el sufrimiento de Cristo camino a su muerte. Cruces laureadas y
alguna que otra cruz con referencias al ojo que todo lo ve (el de Dios), como
la que muestra a un hombre tapándose uno de sus ojos.
Numerosas referencias a Cristo adornan
gran parte de las tumbas, como es el caso de la cabecera de una de ellas,
presidida por las imágenes de Jesucristo y la Virgen María labradas en mármol.
Junto a ellos, en otra tumba, un ángel caído, con el lema “perpetua luz para ti”, en latín, preside la tumba de un ilustre de
esta villa.
Sin dejar las tumbas, llama la
atención el estado en el que se encuentran muchas de las tumbas infantiles, en
las que figuran desgarradores epitafios con referencias a vidas que se
terminaron demasiado pronto. En las proximidades de esa zona se observa además
un enterramiento señalizado por una columna con estructura piramidal y
construida en piedra, algo único en el cementerio. Un enterramiento del que los
responsables del cementerio no han podido indicarnos ningún dato concreto.
Yendo a los panteones, el cementerio
cuenta con más de una treinta, de diferentes estilos y estructuras. Algunos más
sobrios, otros más ornamentados. Entre los segundos, destacan varios… Uno,
adornado con dos columnas que imitan el estilo dórico, presidido por un
crismón. Otro, coronado por la imagen de Dios tapándose un ojo y observando con
el otro (el ojo que todo lo ve), con una puerta de acceso de arco, adornada con
varias columnas. Esa alegoría al ojo que todo lo ve se repite en varios
panteones más. Muchos de ellos cuentan además con vidrieras en la puerta y las
eventuales ventanas, que hacen imposible ver su interior. También los búhos,
guardianes de los muertos, hacen acto de presencia en la decoración de alguno
de los panteones.
Los panteones más sencillos, por su
parte, muestran retablos en mármol, con Jesucristo como imagen recurrente.
Pese a lo difícil de ver el interior
de los mismos, en unos pocos, sí es posible. Es el caso de uno que cuenta con
un impresionante altar de mármol con su Jesucristo crucificado y un lema: “no seas nuestro juez, si no nuestro
salvador”.
Pese a la abundancia de tumbas y
panteones, se calcula que hoy en día hay más difuntos en nichos o columbarios
que en tumbas o panteones. Los nichos, propiedad del Ayuntamiento, se ceden en
alquiler durante diez años.
El de La Belonga es, sin embargo, el
único cementerio del concejo donde dicho alquiler puede llegar a los veinte
años, renovándolo de cinco e cinco a partir de los diez. El alquiler de
columbarios puede llegar a ser, si así se desea, vitalicio, con renovaciones
periódicas.
No habrá lugar en todo el concejo que
reciba más visitas durante los próximos días que el cementerio municipal de La
Belonga. Esperamos que este reportaje y sus pequeños apuntes sirvan a algunos
de los que a él acudan para ver con otros ojos diferentes elementos y
simbologías presentes en el camposanto. Esperamos también que la festividad
sirva para que algunas tumbas y panteones recuperen su esplendor y desaparezca
la maleza que invade unas y la suciedad presente en otras.
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