PALIQUES POLÍTICOS: Por fin vimos que los colegios han de ser más que colegios

"Este colegio, sin comedor, no tendría ni la mitad de niños que tiene ahora mismo", así, con estas palabras, me refería Isa, la última orientadora y jefe de estudios del colegio Clarín la situación del centro hace ya casi tres décadas. El Clarín, anteriormente conocido como Carrero Blanco, había sido un pionero a la hora de contar con comedor escolar. Bien es cierto que eran otras épocas, con jornada partida, y que sus alumnos venían de distintos pueblos, con lo que no tenía sentido mandarles para casa a comer y tener que volver a traerles para las clases de por la tarde. Lo que se concibió como algo práctico, pensado para los guajes de los pueblos, atrajo al colegio a muchos otros niños de la ciudad, cuyos padres trabajaban y veían en el comedor del colegio una gran posibilidad de descargar de trabajo a abuelos y abuelas.


Esto que acabo de contarles sucedía en los años 90, hace cosa de veinticinco años. Sin jornada partida desde hace veinte años, los colegios públicos del concejo fueron viendo cómo los concertados, tanto de Mieres como de fuera de Mieres, les iban quitando alumnos por algo tan elemental como que los de aquí no tenían comedor. Recuerdo las palabras de una amiga mía, una conocida militante socialista, atea a rabiar, que había metido a sus hijos en el Santo Domingo de Guzmán. "Claro que lo pensé y claro que no me gusta tenerlos en la concertada, pero qué hago si en casa trabajamos los dos y ninguno de los colegios del centro tiene comedor", me comentaba hace seis o siete años. 
El comedor tardó en llegar, pero llegó, con muchos años de retraso, al Liceo Mierense y al Aniceto Sela, que lo estrenaron hace cuatro o cinco cursos. También al Santiago Apóstol, que lo inauguró en 2018. Con algo más de solera están el Teodoro Cuesta, el de Rioturbio y el Vega de Guceo. Frente a ellos, el Llerón-Clarín mantiene el que ya tenía el Clarín hace tres décadas. ¿Cómo explicar ese retraso? Fácil, por dejadez de las administraciones y falta de perspectiva. Afortunadamente, ahora sí que se está viendo que los colegios deben ofrecer algo más que aulas en las que dar clases. Los centros deben amoldarse a las nuevas y no tan nuevas necesidades de las familias, que pasan por los comedores o el servicio de madrugadores, que ya ofrecen algunos colegios, aunque de una forma un tanto improvisada, con la ayuda de las asociaciones de madres y padres. El Gobierno local anunciaba hace unos días que se estudiará la posible "municipalización" del servicio, entiendo que para prestarlo con personal propio. Es una buena opción, al tratarse de un servicio que puede comportar, a lo sumo, seis o siete horas de trabajo a la semana para las personas que se ocupen del cuidado de los niños en esa hora u hora y media previa al comienzo de las clases. De todas formas, como sucede siempre que se toca algo relacionado con la educación, la cosa va para largo. Aun así, insisto en que es de celebrar que, poco a poco, vamos viendo que las familias demandan que los colegios sean algo más que colegios.
 
ELCARABA

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