El 3 de mayo de 1984 José, un minero de 46 años, asesinaba a golpes a María Gancedo, su esposa, dentro del domicilio conyugal situado en la localidad de Maricasina. José y María llevaban alrededor de una década de matrimonio y atravesaban una crisis que les había llevado a iniciar los trámites de divorcio. Las discrepancias sobre la custodia de sus dos hijos, un niño de ocho años y una niña de seis, motivaron que José y María discutiesen y que el minero propinase una paliza a su mujer, una paliza que acabó con la vida de María, de 48 años.
Tras percatarse de que había matado a su esposa, José llamó al médico. El sanitario se desplazó hasta la casa, donde observó que María había muerto de manera violenta, como así lo aseguraba José, que incluso llegó a pedir al doctor que le expidiese un certificado de defunción señalando que la muerte de María se había producido de manera natural. El médico se negó en rotundo y dio parte a las autoridades. Poco después, ya de madrugada, José confesaba su crimen en las dependencias de la Guardia Civil de Mieres. Al día siguiente fue puesto a disposición judicial.
Este crimen, que hoy entraría dentro de lo que se conoce como violencia de género, apenas suscitó el interés de la prensa. El Comercio se ocupó de ello en una columna de veinte líneas, la que tienen junto a estas palabras, y La Nueva España le dedicó poco más de treinta.
José fue condenado a prisión como autor de un asesinato, el de su esposa, una de esas muchas mujeres asesinadas en una época no muy lejana en la que la violencia de género era una lacra muy silenciada que, lamentablemente, no despertaba el mínimo interés político, legislativo o social. Hemos querido, con esta entrega, rendir nuestro particular homenaje a María y a todas aquellas mujeres asesinadas por sus parejas en una época en la que, como le sucedió a ella, apenas se hablaba de un tipo de violencia que, incluso, se hallaba auspiciado por determinados sectores de la sociedad.
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