El verano se despidió en 1963 con un temporal de lluvias entre los días 10 y 15 de septiembre.
Recorte de El Comercio |
Llovió tanto en aquella recta final del estío que se desbordaron varios ríos del concejo, como el río Aller, que llenó de barro y piedras las calles del barrio de San Salvador, en Santa Cruz, y obligó a desalojar a varias familias. También en Figaredo el desbordamiento del río Turón en Peñule obligó a realojar a una veintena de familias en las oficinas de Minas de Figaredo, convertidas en un albergue improvisado. En ambos casos, los vecinos coincidían en las escombreras mineras como las causantes de estos problemas, escombreras cuyas piedras y lodos acababan en los ríos, aún sin encauzar, ocasionando desastres como estos.
El río Caudal no llegó a salirse del cauce, pese a que se organizaron "servicios de vigilancia" con el fin de advertir a la población de toda amenaza de riada. Pese a que no llegó a desbordarse, el Caudal fue noticia por un lamentable suceso: el jueves 12 sus aguas se tragaron a José Antonio Gómez Muñiz, un niño de ocho años vecino del barrio de San Pedro. El menor se asomó a ver cuánto había crecido el río, con la mala fortuna de que se cayó al cauce y nada pudo hacerse por salvar su vida. Su cuerpo apareció, dos días después, en el embalse de la central de Soto de Ribera.
El río Caudal, el pasado 1 de septiembre |
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