El lunes 28 de noviembre tuve que ir a dar un pésame al tanatorio. Como no llovía, decidí subir andando por el paseo de Mieres a Rioturbio. Eran las siete de la tarde y me pareció más seguro que subir por la carretera. Me equivoqué.
Ya antes de llegar a la antigua casona de El Poliar, justo en un paso de cebra gigante que hay ahí una mujer bajaba con un perro mediano sin atar. El perro se acercó a mí de muy malas maneras. “Solo quiere jugar”, me dijo su dueña. Seguro. Por eso lo cogió y lo ató rápidamente con la cadena. Seguí caminando y en el siguiente tramo, hasta Pedroba, me encontré con otros cinco perros con sus respectivos dueños. No iba ninguno atado. Al llegar a Pedroba un señor bajaba con dos perros pequeños sueltos. Uno se me acercó entre gruñidos y noté cómo me mordió entre el borde del zapato y el calcetín. “Es que es una cachorra, es muy juguetona”. No, señor. Como ya venía contento con el primer susto, discutí con él y le recordé que tenía la obligación de llevarlos atados, no porque lo diga yo, sino porque así lo deja bien claro la normativa. Sí, aquella contra la que tanto se protestó, porque, entre otras cosas, imponía multas a quienes llevaban el perro suelto. Pocas me parece que pusieron.
Desde Pedroba a Murias me crucé con otros tres perros y sus dueños. Solo el último, un chaval que no tendría ni veinte años, lo llevaba atado. En total, y si no me fallan las cuentas, once perros y solo uno atado. Perros de distinto tamaño con dueños pasándose la ordenanza por donde les place.
Ya antes del cambio de hora, en el paseo de La Peña tuve otro susto. Una perra blanca de gran tamaño, cuyo dueño la lleva suelta siempre por ese paseo y el de El Batán, se me tiró entre gruñidos. “No hace nada, no te preocupes”, fue la respuesta del dueño. Algunos encubren a sus perros como si fueran sus hijos, olvidándose de que un mordisco bien dado o, sin ser mordisco, un empujón o un tropezón y la consecuente caída pueden tener consecuencias graves.
Entiendo que a los perros que vivan en un piso disfruten de lo lindo cuando van sueltos, pero para eso hay espacios con ese fin. Los paseos, igual que las aceras, igual que las plazas o igual que los parques, son para llevarlos atados. No lo digo yo, lo dice la ordenanza. Al próximo susto que lleve, llamo a la Policía, lo tengo clarísimo.
Me gustaría, desde vuestra página, solicitar al Consistorio que se procure el cumplimiento de la ordenanza. Como supongo que pedir que la Policía cubra los paseos es mucho pedir, porque se desatenderían cosas más importantes, demando que se instalen en todos ellos señales como las que se colocaron en algunos parques y jardines, donde se recuerde que los perros deben ir atados y que, eso sí, de vez en cuando se imponga alguna multa. Me parece que es la única manera de que la gente aprenda, aunque luego, como se está viendo, se les olvide.
Daniel Fernández Arias
(Mieres)
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Comentarios
Y pera, que ahora vendráme algunu o alguna a decime que nun ye el casu, que al su perrín llévalu siempre atáu y limpia les pornaes que va dexando la criatura. Pues muy bien, ye lo que hay que facer, nun se dé por aludíu, que los cayadazos solo los propongo pa los que tan convirtiendo Mieres en una parva cucho.