HISTORIAS DE NUESTA HISTORIA: Un robo sacrílego (1973)


Quebrantando el séptimo mandamiento, un ladrón asaltaba a un hombre a la salida de la entonces residencia Enrique Cangas, que años más tarde se convertiría en el Álvarez Buylla. Era una de esas oscuras tardes de noviembre y el caco, cuchillo en mano, amenazó a un hombre que se dirigía al aparcamiento del centro pidiéndole la entrega de todo cuanto llevase consigo. El asaltado se vio forzado a darle las llaves de su coche y un pequeño estuche que portaba.

Teletipo publicado en El País
Un hecho como este hubiese despertado cierto interés en la prensa de la época. Ese interés fue mayor gracias a la circunstancia de que el asaltado era un sacerdote, el capellán de la residencia hospitalaria, para ser más exactos. Se había quedado sin coche y sin el estuche en el que guardaba los santos óleos para llevar a cabo las tareas propias de su cargo en el centro sanitario. El propio capellán apelaba a la bondad del ladrón para que le devolviese el estuche: “necesito tenerlo siempre al alcance de la mano, por obvias razones”. Menos preocupado parecía por el hecho de haberse quedado sin coche, un vehículo del que solo algunos de los medios que recogieron la noticia no dan más datos que su matrícula, de finales de los años 60.
Las palabras del sacerdote surtieron efecto y unos días más tarde era localizado su coche en una parcela del casco urbano, sobre la que la prensa de la época no da muchos detalles. Dentro del vehículo se encontraba el estuche con los santos óleos. Se resolvía así un curioso robo en torno al que quedaría la gran incógnita de quién había sido su autor y qué le habría llevado a actuar en una zona como el entorno del antiguo hospital. 

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