CRÓNICA NEGRA MIERENSE: Arsénico en la sopa (1968)

10 de julio de 1968. Argentino García e Isolina Álvarez, matrimonio desde hace casi dos décadas, vuelven a casa tras haber estado faenando en el campo. Él, minero de profesión, 44 años. Ella, ama de casa de 38. Tenían prados y era la época de andar a la hierba. Volvían cansados a su vivienda de Murias. Allí les esperaban sus dos hijas, ya cenadas. Isolina le pidió a su hija mayor, también llamada Isolina, que les calentase algo de sopa para cenar. Entre tanto, el padre y la madre se fueron a bañar y a recuperarse un poco del día de trabajo en el campo.
Poco después su hija mayor les avisó de que la sopa estaba lista. Argentino estaba tan hambriento que repitió. Su mujer solo se tomó un plato. Minutos más tarde, Argentino y su esposa comenzaron a sufrir fuertes dolores de estómago, acompañados por vómitos y descomposiciones. Decidieron acudir a la cercana Residencia del Seguro de Enfermedad de Mieres, el antiguo Álvarez Buylla, para que los doctores les echasen un vistazo. Poco se pudo hacer por Argentino, que falleció antes de que los doctores alcanzasen a realizarle alguna prueba. Isolina fue sometida a un lavado de estómago que permitió salvarle la vida, aun cuando tuvo que permanecer varios días ingresada. Los hechos pusieron en alerta a los médicos y uno de ellos trasladó lo ocurrido al juzgado de guardia. El juez ordenó que se tomasen muestras del cadáver de Argentino para su análisis y concretar así qué pudo pasar.
Recorte de ABC informando de los hechos
El 5 de septiembre llegaban los resultados de aquellos análisis al juzgado: Argentino había ingerido arsénico. Era muy probable que su esposa también. Todo apuntaba a la sopa cenada aquel día 10 de julio y a Isolina hija, la encargada de prepararla.
La muchacha fue detenida y contra ella se dirigió un proceso penal que terminó en el juicio celebrado en la Audiencia Provincial de Oviedo el 28 de enero de 1970. En él se declaró probado que Isolina, que en el momento de fallecer su padre contaba con dieciséis años, había vertido en la sopa un frasco de arsénico en polvo que había encontrado en una cuadra. Era habitual su uso como matarratas en una época en la que no había productos especializados. El arsénico estaba fuertemente concentrado y pudo haber acabado también con Isolina madre, que se salvó, según consta en la sentencia, por haber recibido una pronta y eficaz atención médica. Los altos niveles de arsénico hallados en el cuerpo de Argentino, derivados del hecho de que hubiese repetido plato, le provocaron una muerte rápida aunque no exenta de dolores.
La joven fue condenada como autora de un delito de parricidio y otro de lesiones y fue internada en un correccional, ya que aún no era mayor de edad, pues hasta 1978, la mayoría de edad se cifraba en 21 años. No quedó muy claro qué la llevó a actuar así, pues distintos testigos negaron una mala relación entre los padres y su hija, más allá de los roces y discusiones de cualquier familia, que en ningún caso permitieron justificar que la hija envenenase a sus progenitores.

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