Teniendo
en cuenta las fechas con las que coincide la publicación de esta nueva entrega,
y viendo el éxito del reportaje del año pasado, hemos decidido realizar un segundo
reportaje que aborde nuevos fenómenos paranormales acontecidos en el concejo.
Fantasmas
y fantasías que, a menudo, nacen a medio camino entre la realidad y la leyenda.
Este
reportaje, distinto a lo que solemos hacer en esta web, ha sido elaborado
tomando por base artículos de prensa escrita y radiofónica.
-Cielo rojo sobre Mieres.
“Al levantarse esta
mañana, el vecindario de la localidad asturiana de Mieres pudo apreciar el
reflejo de una luz roja muy intensa que se extendía por todo el firmamento.
Parecía que en los montes próximos se había declarado un fuego muy vivo que
abarcaba una gran extensión. Varios guardias se trasladaron a las afueras
alejándose unos 500 metros para divisar bien el punto de donde partía la luz y
vieron, finalmente, que la luz roza se extendía por todo el valle de Mieres. El
efecto era realmente encantador. Una mujer que habita en la parte norte del
abrrio de Sueros, al levantarse vio que el caudal del río presentaba color
rojo. El espectáculo duró desde las cinco a las siete y media de la mañana”.
*La calle Teodoro Cuesta, en el año 1929. |
El
mismo fenómeno se repitió en 1998 en Monterrey, México. Pese al transcurrir de
los años y los avances científicos, fue imposible llegar a una teoría que
explicase por qué el cielo se tiñó de rojo en la mañana del 25 de febrero de
1998 en la ciudad mexicana.
A
diferencia del caso de Mieres, en el de Monterrey sí se formularon muchas
teorías, algunas científicas, otras no tanto. Sea como sea, el cielo rojo que
envolvió Mieres y tiñó las aguas del Caudal en aquel amanecer del último día de
enero de 1929 es algo que nunca llegó a explicarse y de lo que hoy tenemos
constancia gracias al historiador Ernesto Burgos, que ha hablado de ello en
varios de sus artículos.
-El ‘¿poltergeist?’ de las
goteras en Urbiés.
Se
acababa el año 1952 en La Vallicuerra, en la Güeria d' Urbiés. Era una fría
noche de finales de otoño. Rosario, vecina del lugar, no podía dormir. Era
incapaz de coger el sueño porque un pequeño ruido, constante e incesante, la
molestaba. Se trataba de un ruido muy parecido, según sus palabras, al que “produce la cocina de carbón al enfriarse”.
Pensó que sería algo de eso y, poco a poco, consiguió dormirse.
El
ruido volvió a repetirse en la noche siguiente. Preocupada, se detuvo a
escuchar. Sonaba en el techo, con lo que pensó que sería una gotera, que desde
el tejado pasaba al desván.
*Vista de la Güeria d'Urbiés. |
Días
después, y para su asombro, una vecina de El Quentu, también en la Güeria, le
comentaba a Rosario que a ella le pasaba lo mismo en su casa.
Nadie
supo explicar cómo ocurría aquello, que comenzó a extenderse por muchas otras
viviendas de los pueblos de la Güeria.
Enseguida
todo el valle de Turón sabía de las goteras fantasmales que acontecían en la
Güeria y los vecinos afectados tuvieron que soportar diversas burlas y mofas.
Expertos en arquitectura visitaron las casas, sin dar una explicación lógica a
aquello. Apuntaron a que alguna vivienda podía haber sufrido dilatación en los
materiales en los que estaba construida, pero que ello no justificaba que los
ruidos se sintieran en muchas casas, separadas algunas por cientos de metros.
El
fenómeno duró un año, más o menos. Se fue como vino, desapareciendo poco a poco
de las casas. Las mujeres afectadas no dudaron, convencidas en ello, en pagar
varias misas por las almas que se encontraban en el purgatorio. Creían que
algún alma en pena de la zona ‘lloraba’ sobre las casas, propiciando esos
ruidos, tal y como nos cuenta Francisca Herrera en su blog "Fenómenos
paranormales".
-La ‘¿xana?’ de Mudreros.
Mediados
del siglo XX, valle de Nicolasa. Un arroyo con un agua de color rojizo, debido
a la actividad minera, brotaba por la zona, a partir de una cueva. Una leyenda
aseguraba que en la cueva vivía un cuélebre que se encargaba de devorar a todos
los que entraban en ella, se ahí que el agua que salía de la cavidad tuviera
ese color rojizo. Al lado del reguero, y
dirección la Pena los Cuervos, había un prado precioso de nombre Mudreros. En
él vivió una extraña experiencia Chusín, un joven rampero de Ablaña.
*Valle de Nicolasa. |
Ya
en torno a San Juan, Chusín decidió observarla de cerca, aproximándose a ella,
pero tan pronto de acercó, la mujer desapareció.
Objeto
de mofas entre sus compañeros de trabajo y sus vecinos de Ablaña, un día
decidió espiarla desde otro lugar, para acercársele y que no ‘huyera’. El plan
le funcionó y consiguió toparse cara a cara con la joven y bella mujer. “¿Por qué me espías? ¿Qué quieres de mí?”,
le espetó ella. Asustado y confundido, Chusín salió corriendo.
Años
después, y ya con otra categoría, Chusín sufrió un accidente en la mina que le
dejó inconsciente durante unas horas. Al despertar, contó a sus compañeros que
una voz femenina le había dicho, en sueños, algo así como “¡Ven conmigo, Chusín! Yo te cuidé desde niño… Ven, te llevaré a mi
morada. Tiene la entrada por lo más tenebroso del arroyo, pero el interior es
un paraíso. ¡Ven…, ven…!” Le tendió una mano, que él no dudó en tomar, pero
estaba tan fría que la retiró estremecido. En ese momento, recordaban sus
compañeros, Chusín despertó sobresaltado y con la cabeza muy dolorida.
Sea
como fuere, el charco que en Mudreros hacía el agua del arroyo pasó a ser
conocido como Fontán de la Xana, según señala César Rubín en su libro “El castillete de plata”.
-Fotografía ‘post mortem’,
también en Mieres.
*Una fotografía 'post mortem'. |
Hay
que entender que antes la fotografía no estaba al alcance de cualquiera y que
muchas veces la gente moría sin que sus parientes tuvieran una fotografía del
difunto. Es por ello que, una vez fallecido, la familia del difunto pedía a
algún fotógrafo que le realizase una foto. A veces se colocaba al cadáver
sentado o de pie, e incluso se le abrían y pegaban los párpados de los ojos,
para que pareciera estar vivo. Siempre, eso sí, ataviado con sus mejores galas.
Otras
veces, se fotografiaba el cuerpo en el ataúd, como en la imagen que acompaña a
este texto, tomada en los años 40 por un fotógrafo langreano a una niña y su hermano,
fallecido, en Santirso y que es parte de una colección que en esta materia
tiene el Museo del Pueblo de Asturias.
La
misma mujer nos contaba también que su hermana, que vivía en un pueblo del
valle de Turón, había requerido también los servicios de un fotógrafo para
retratar a su hijo pequeño, fallecido con dos años, en enero de 1953. Nos
contaba, sin recordar el nombre, que había subido, en medio de una fuerte
nevada, un fotógrafo de Mieres a realizar tal tarea.
MÁS HISTORIAS…
Tanto
en este reportaje como en el del año pasado hemos visto cosas ‘extrañas’, sobre
las que caben multitud de explicaciones y opiniones. Acabamos el reportaje con
dos historias más que demuestran que, a veces, lo paranormal es muy pero que
muy normal…
-Vitalón, el fantasma
*Zona del Convento, por donde 'asustaba' Vitalón. |
El
pobre hombre compaginaba ese trabajo con el de la mina, del que se acabó
jubilando a finales de los años 50 para pasar a vagar, como si de un fantasma
se tratara, por el Mieres de los años sesenta, enfundado en una haraposa gabardina
y ocultando, con guantes de lana, su mano y el muñón de la otra, perdida en el
ejercicio de sus funciones como ‘asustador’, tal y como comentó Ernesto Burgos
en algunos de sus artículos en prensa.
-El demonio, en La Peña
*La iglesia de La Peña y el salón parroquial, al lado. |
No
desapareció nada. Únicamente, quien o quienes accedieron al local se bebieron
unos refrescos que allí había. Fue necesario más de un mes para devolver el
local a su estado anterior. Orestes Santos agradecía que no hubieran sido
capaces de acceder a la iglesia y que los daños fuesen mayores.
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Comentarios
Enhorabuena por el reportaje. Muy amenu y con esos dos casos del final pa rebajar la tensión de lo de les fotos a los cadáveres.