La muerte siempre ha estado presente
en el pozo San Nicolás, conocido también como Nicolasa, pues no en vano fueron
decenas los mineros que se dejaron la vida en sus entrañas. Fuera del pozo
también hubo sucesos trágicos. En concreto, dos asesinatos, separados por un
espacio temporal de casi 37 años.
*Nota de prensa sobre el primero de los casos. |
Nicolasa volvió a ser escenario de un
asesinato, casi 37 años más tarde: el 1 de noviembre de 1950. En la mañana del
día siguiente, 2 de noviembre, aparecía en el pueblo el cadáver de Eugenio
Ovalle, de cincuenta y un años de edad y sin herida alguna, según, siempre,
prensa de la época. La Guardia Civil de Ablaña comenzó a investigar y no tardó
mucho en conseguir aclarar los hechos… Eugenio había sido asesinado,
literalmente, “a palos” por su propia
esposa, Remedios Estrada, un año mayor que él, y por sus dos hijos, Sergio y
Remigio (con dieciocho y treinta años respectivamente). En la brutal paliza
también intervino el yerno de Eugenio, Jesús, de cuarenta y tres años. Los
cuatro fueron inmediatamente detenidos y acabaron cumpliendo condena en la
cárcel. Sobre el móvil del crimen, la prensa de la época no lo tiene claro, y
coincide en manejar varias hipótesis.
Lo que sí quedó probado fue que los
cuatro, de acuerdo, lo esperaron en su casa de la que volvía de trabajar y lo
apalearon sin piedad hasta matarlo. Posteriormente abandonaron su cuerpo unos
metros más allá de la vivienda.
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