Leo con asombro, en la edición de hace
unos días de “La Nueva España”, que
un señor de más de 80 años había sido reñido por un agente de la Policía Local
después de que este viera al anciano defendiéndose, con su bastón, a un perro
que iba suelto y que se le abalanzó. Todo ello en un paseo, el que va de Mieres
a Rioturbio, en el que no hay zona de suelta de perros ni nada que justifique,
en principio, que el can anduviese suelto.
En la mente del animal nadie puede
meterse para saber qué pensaba hacer, pero creo que la actitud del señor fue
correcta y nada reprensible. Vamos, yo hubiera hecho lo mismo en su lugar y
creo que es lo que cualquiera haría si le sale, así, de repente, un perro
suelto en una zona en la que no debería estar suelto. Lo dicho, creo que no
había nada que reprender.
*Un perro, suelto, en el paseo Mieres-Rioturbio. |
Cierto. El agente tenía razón… Pero,
¿en serio? ¿Cómo se van a poner a andar dos críos de seis o siete años, en bicicleta, por
cualquier calzada, sea de la calle que sea? Con bicicletas que apenas levantan
cinco palmos del suelo. Entendería el regaño si fuesen chavales de quince o dieciséis
años, pero desde luego, no para críos de eso, seis o siete años que debían de
tener estos.
A ver… Está bien que los agentes
‘velen’ porque todos nos comportemos bien, sin cometer ninguna infracción, o
algo que pueda parecérselo y que nos reprendan cuando hacemos algo mal, pero
estos dos casos muestran que igual hay veces en las que no se debe reñir así
como así. ¿Recuerdan eso de pensar antes de hablar? Pues debería observarse
antes de advertir. Observarse que el perro estaba suelto y el señor, lógicamente,
trataba de espantarlo, en el primer caso, y que son críos, en el segundo de los
casos.
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