Se
cumplen 25 años de una de las últimas grandes tragedias de la minería en el
concejo, una de las últimas acontecidas en el pozo Santa Bárbara, en Turón,
tres años antes de su cierre.
Eran
las ocho y media de la mañana del 10 de diciembre de 1992. En un taller de
rozadura situado entre la séptima y la octava planta del pozo, a 420 metros de
profundidad, se encontraban trabajando varios mineros en el momento en el que
el techo se vino abajo. Tres picadores y un vigilante quedaban atrapados. Otros
trabajadores corrieron con mejor suerte, al salir de la zona tras detectar
signos de que podía producirse el derrumbe que finalmente se produjo.
*Noticia de El País del día 20 de diciembre de 1992. |
Con
el paso de las horas, y ante la imposibilidad de acceder a los sepultados,
desde Hunosa se aseguraba que la zona tenía ventilación, aunque insistían en
que ello no garantizaba que los mineros pudieran encontrarse con vida, al
desconocerse hasta dónde podrían haber sido arrastrados por los escombros.
Se
preveía un rescate arduo y lo fue. Primero, la magnitud del derrumbe y después,
la aparición de una enorme roca que trastocó todos los planes de rescate,
provocaron que los días pasasen y aquella pequeña esperanza de encontrarlos con
vida dada inicialmente fue desapareciendo.
Nueve
días después del derrumbe, el día 19, concluía el rescate, con la recuperación
del último de los cuerpos de los fallecidos. El pozo Santa Bárbara se cobraba
así la vida de cuatro trabajadores: Miguel Ángel Noguerol, vigilante, de 42
años y los picadores José Luis Díaz, de 36 años; David Vázquez, de 35 y Alfonso
Fernández, de 42. Todos estaban casados. Miguel Ángel y Alfonso, cada uno con
dos hijos; José Luis y David, con uno cada uno.
A
los funerales de Miguel Ángel, José Luis y David, celebrados el día 19 en
distintos puntos de Turón, acudieron miles de personas. Fue necesario, como recuerda
la prensa de aquel entonces, cortar la carretera desde Figaredo hasta La
Veguina para que pudiera ser usada de aparcamiento por todos aquellos que
quisieron participar en el último adiós a los mineros.
Hubo
lágrimas, dolor y rabia. La mina lo volvía a hacer, volvía a sesgar vidas.
Paradójicamente, poco antes del comienzo de los oficios fúnebres, aquel mismo
día 19, en el pozo Santa Eulalia, en Langreo, otro derrumbe se cobraba la vida,
también, de cuatro trabajadores.
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Comentarios
¡Cuánta riqueza y cuántu sufrimientu y dolor dexaron les mines!