Hace justo veinte años el Principado liberaba 149 millones de pesetas en ayudas para la instalación de empresas en el recién inaugurado polígono de Vega de Baiña. Un año después hacía lo propio con otros 211 millones.
Mucho se ha hablado en los últimos años de este polígono. Todavía la semana pasada salía en prensa que se iban a destinar algo más de 800.000 euros de nuevos fondos mineros para una serie de mejoras en él y en el de Fábrica de Mieres. Me alegra que se siga apostando por el que puede haber sido uno de los mejores ejemplos de reconversión industrial y me alegra haberme equivocado en los vaticinios que hice a finales de los 90, cuando las palas ocuparon las vegas fértiles que separaban Lloreo y Baiña.
En la actualidad, Vega de Baiña cuenta con unas sesenta naves, de las cuales casi el 70% tienen actividad, según el directorio que da la bienvenida al polígono. Sin duda alguna, son excelentes datos para un polígono de nueva creación, al que le tocó lidiar con la crisis del 2008 y la que ahora ha traído el coronavirus. Su éxito, que se traduce en medio millar de empleados, se basa en una conjunción de tres factores sobre los que conviene reparar. El primero, su ubicación. Vega de Baiña está a tres minutos de la A-66 y el entronque de Ablaña. El segundo, para qué negarlo, un poco de suerte. Las grandes empresas que llegaron a Baiña hace veinte años podían haber corrido perfectamente la misma suerte que las que se instalaron en La Cuadriella, pero no fue así. El tercero, una estrategia que hizo del polígono un mar de peces grandes y pequeños, gracias, por ejemplo, a las naves nido, que permitieron el desembarco de numerosas pymes que dieron al polígono el impulso definitivo. Siempre defendí y defenderé que el pez pequeño tiene tanto derecho a una subvención como el pez grande y que es casi mejor, y hasta más seguro, subvencionar cuarenta pymes con siete u ocho empleados a subvencionar a una gran empresa con trescientos y pico empleados. En Baiña se apostó por las pymes y el resultado ha sido tan bueno que aún no entiendo por qué esa misma fórmula no se ha utilizado en otros polígonos, con más naves nido.
Tiene mérito que Vega de Baiña cumpla veinte años en forma y que lo haga con unas circunstancias que no siempre han sido las mejores. Crisis económicas aparte, en el polígono eran frecuentes (y puede que lo sigan siendo) las caídas de internet y los fallos en las líneas de teléfono fijo. La limpieza de las calles del polígono sigue brillando por su ausencia y al igual que, se han instalado cámaras de videovigilancia, también se deberían haber colocado indicadores a la salida de la A-66 en Ablaña y en la N-630 tanto desde Mieres como desde Morcín y Riosa. La intersección de entrada al polígono no es la mejor, con media luna incluida, y tampoco lo es que muchas plazas de aparcamiento hayan desaparecido, tragadas literalmente por la maleza.
Ojalá los nuevos fondos mineros subsanen algunas de estas cosas, atraigan a nuevas empresas y ojalá se ponga el foco sobre este polígono y su éxito si algún día se pretende relanzar La Cuadriella o si la actividad industrial llega a Reicastro. Lo que se hizo con Vega de Baiña fue reconversión industrial en estado puro.
ELCARABA
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