Eladio Fernández Álvarez, más conocido por el apodo de "El Roble", es un minero voluntarioso, de los que nunca ceden en su cometido por muy adversa que se le presente la tarea que ha de cumplir, martillo perforador en ristre. "El Roble" es ya un decano en su oficio, se puede decir que aún añoraba el chupete cuando empezó a trabajar en la mina; era apenas un niño y cumplía como minero de los buenos, a la vez que hacía el aprendizaje del más duro de los oficios.
Once años tenía Eladio cuando entró a trabajar en Mariana. La cosa fue así: ni corto ni perezoso sube al primer piso, pregunta por la oficina del capataz, que lo era entonces don Román de Planta, sube por una escalera, encuentra una puerta, pica con los nudillos… Desde dentro una voz le ordena que pase.
–¡Vengo a que me dé trabajo!
Don Román, al verle tan niño, le pregunta si lo saben sus padres; él le contesta que sí; pero hay el impedimento de la edad, y por tal motivo don Román le emplea en el exterior. "El Roble" no desmaya en su trabajo; a pesar de ser un niño resiste la tarea como el más fornido peón. El primer día –recuerda Eladio– acestona grava; empieza la tarea a las cinco de la mañana y concluye a las seis de la tarde: era la época del llamado "tercio". Más adelante pasa a la máquina de Quintos como enganchador, pero pronto deja este oficio para entrar en la mina. Comienza su nuevo destino como portero de la novena de Séptimos, de allí a rampar carbón para Ramón Rivera, entonces vigilante, y al cumplir los 16 años, el sueño de su vida: empieza a picar carbón.
–Eladio ¿usted fue minero por vocación?
–Algo de eso hubo, aunque a tan temprana edad sólo se siente vocación por los juegos infantiles; quizás yo haya sido una excepción en ese aspecto.
–¿No los había de su edad en la mina?
–Ya lo creo que los había, y aún pinches más jóvenes.
–¿Por qué el sacrificarse tan joven?
–Por mil motivos. El principal, la necesidad fuera por la causa que fuera.
–¿La causa más justificada?
–El ser de familia numerosa; como sabes en aquellos tiempos raro era el hogar que no cobijaba un buen puñado de hijos.
–¿En la suya eran muchos?
–Éramos ocho. Al faltar el cabeza de familia, yo me fui a picar carbón.
Le preguntamos por el origen de su apodo: "El Roble".
–Me lo llamaron por la fortaleza que tenía, según decían, cuando picaba carbón.
–Dice usted "que tenía". ¿Es que ahora ya no la tiene?
–El roble está ya dañado; los años no pasan sin dejar su huella; por ese motivo tendré que retirarme por enfermedad profesional.
"El Roble" hoy padece de bronquitis, insuficiencia mitral y primer grado de silicosis avanzado. Con su característico humor me dice que "tiene los pulmones como un panal de abejas".
–¿Qué diferencia encuentra entre el minero de ayer y el de hoy?
–Hombre… La evolución resta esfuerzo al minero actual; en mi juventud era todo lo contrario: se necesitaban buenos pulsos y mucha pericia, 38 años llevé como picador y conocí de todo.
–¿Cuál fue la peor capa donde picó?
Contesta sin vacilar: –La décima de Mariana, de 2,50 m. de ancha.
–¿Y la mejor?
–La once, también de Mariana, que tenía de 60 a 75 cm.
–¿Tuvo accidentes en su vida de minero?
–De importancia solo uno, trabajando en el once de Mariana, en aquella ocasión me libré por milagro de la muerte. Había dado fuego a una carga Antón de Fierros sin darse cuenta de que estaba yo cerca, y solo me cogió el primer tiro; salvé la vida gracias a Emilio Lorenzo que me recogió.
–¿Había buenos picadores en su época?
–Ya lo creo que los había. Elías Piedra, Juan Lorenzo, Ramón Solís, Milio "el Carboneru", Rufo Solís, Avelino Rivera, Feliciano La Viña, Sidorín el de Bazuelo, Antón Quirós… Todos ellos dejaron fama de mineros ejemplares.
–Para dar fin a este diálogo cuéntenos alguna anécdota.
–No faltaba más; las tengo a pares. En una ocasión, dando un pozo de ventilación, tenía de ayudantes a dos guajes. Uno tenía la misión de estar arriba conmigo, y el otro, abajo dando la manivela a un ventilador de mano; este último se llamaba Celedonio y era de Cáceres. A Celedonio le dije que al anterior a él en el puesto le habían comido las orejas los ratones. Pues estando yo en el tajo noté que no había viento, y al momento tenía a Celedonio a mi lado, diciéndome con voz medrosa, "que aquello así no podía ser; que o los tres arriba o los tres abajo".
Río la broma de "El Roble", que no deja de tener gracia, y le dejo rodeado de su familia en su casa de los Cuarteles de Mariana. Según traspaso el patio de su casa hacia el camino, respiro el aroma de un hermoso mimosal que ha florecido con la primavera anticipada.
La entrevista, en su maquetación original en la revista Pico Polio |
Jai-Huel firma esta entrevista, publicada en el número 24 de la revista Pico Polio. Tras ese particular acrónimo se encontraba Jaime Huelga García, responsable de la sección de entrevistas de Pico Polio.
Nacido en El Carboneru en 1930, Jaime Huelga se describía a sí mismo como un gran aficionado a la lectura, los medios de comunicación y la naturaleza. Colaborador de Pico Polio y otras publicaciones, en su haber se hallan varias obras, como Camino de poemas (1992) o Senda de pensamientos (1993), a medio camino entre lo poético y lo filosófico, o Cuentos y otros relatos (1988) y El canto del cuco (1993), con el cuento como género protagonista. Todos ellos cuentan con ilustraciones del dibujante mierense Antonio Garrido, su buen amigo, al que conoció mientras ambos trabajaban en Fábrica de Mieres, cuna de la revista Pico Polio.
Fundador de la peña literaria Pérez de Ayala, de la que surgieron grupos artísticos locales como Ritmos de Juventud, Jaime Huelga desarrolló una incansable actividad cultural. Impulsor de la romería de Los Felechos y del Felechu de Oro, siempre lamentó que "con el tiempo nadie haya tenido la delicadeza de otorgarme por méritos el distintivo", tal y como explicaba en 1990 en la presentación de uno de sus libros. Asimismo, organizó homenajes al poeta Alfonso Camín o a la cantante Amable Fueyo. Entre sus espinas, una, que apuntaba, con sorna, en 1990: "no poseo el distintivo de Mierense del Año, porque ya lo he sido de todos los años… y lo sigo siendo…".
Su talento como entrevistador quedará reconocido gracias a esta entrevista y a la de la próxima entrega, una entrevista muy particular, en la que no falta el humor, y con la que cerraremos nuestro particular homenaje a Huelga y a la revista Pico Polio.
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