HISTORIAS DE NUESTRA HISTORIA: Y Ablaneo resucitó gracias a sus vecinos (1997)

En 1977 Jesús Gutiérrez cerró su casa de Ablaneo, en Turón, para trasladarse a Pola de Lena. A sus 61 años, tomaba esta decisión tras verse solo en un pueblo que se había quedado vacío y que carecía de acceso para el tráfico rodado. Veinte años más tarde, ya con 81, Jesús celebraba en la revista Montepío que el pueblo había recobrado la vida, gracias, entre otras cosas, a una pista construida por los propios vecinos en 1995.


La unión de los antiguos vecinos evitó el abandono de Ablaneo. No solo la pista contribuyó a que muchos volvieran al pueblo, sino que la jira campestre que comenzaron a organizar en 1994 permitió recaudar fondos para la restauración de las casas y de espacios públicos como el lavadero.


"Yo fui el último niño que nació en el pueblo", explicaba Jorge Luis Alconada. Padre de una niña de ocho años, señalaba que "me gustaría que esto no se perdiera, que siguiera en la familia". Algo similar pensaba su padre, Isidoro Alconada, nacido en Cantalapiedra (Salamanca), pero tan enamorado de Turón que se hizo cargo de las fincas de su familia política en Ablaneo, no sin esfuerzo. "Cuando estaba en la mina procuraba tener el relevo que entraba a las diez de la noche y salía a las cuatro de la mañana. Llegaba a casa, dormía tres o cuatro horas y venía a Ablaneo para atender el ganado, porque eso es sagrado", reconocía este minero jubilado, que contaba con 59 años.


Completaba el reportaje sobre la vuelta a la vida de Ablaneo el testimonio de Angelina Argüelles, una allerana de 90 años casada con un vecino de Ablaneo. "Vivo ahora en Oviedo, con mis hijos, pero cada fin de semana los acompaño a Ablaneo", explicaba.


Un cuarto de siglo después, Ablaneo resiste al paso del tiempo con gran parte de sus viviendas restauradas y una pista de acceso hormigonada desde Inverniego. Pese a ello, esta aldea, situada a 600 metros de altitud, no ha conseguido que alguien se empadrone allí y consta, a efectos censales, como deshabitada, mas no abandonada. Así lo comprobamos en el verano de 2016, cuando produjimos un reportaje dedicado a ella dentro de nuestro apartado Un lugar para vivir.
Fotografías: Revista Montepío, nº 19. Año 1997

Comentarios