Este artículo saldrá publicado el 31 de mayo. Ya es casi verano, o, al menos, lo será en tres semanas. Durante toda la primavera albergué una esperanza, pero, muy a mi pesar, voy a tener que empezar a desterrarla.
En el otoño de 2022 les comentaba en un artículo que lamentaba el hormigonado de aquellos espacios que en su día habían contado con árboles. Ejemplificaba con los cerezos ornamentales de La Villa, con los plátanos de sombra de la calle Martínez de Vega y con algunas muestras más localizadas en la calle Aller, en Manuel Llaneza o en la plaza de La Pasera. Calculaba, solo con esos ejemplos, unos cuarenta árboles menos, cuarenta árboles que secaron o estaban por secarse y que fueron talados. Sus huecos se cubrieron con hormigón… y hasta hoy.
Recuerdo que al hilo de aquel artículo conversaba con algunos de ustedes sobre esa esperanza que, en muchos casos, era compartida. Creíamos y deseábamos que el hormigón fuese provisional, que con la primavera se retiraría y que volvería a haber árboles allí donde algún tiempo los hubo. Era contradictorio que un Ayuntamiento que, apenas unos meses antes había inaugurado un parque repleto de árboles, no sustituyese aquellos que ya no daban más de sí por otros jóvenes. En una época en la que parece que vamos tomando conciencia de lo importantes que son los árboles en los espacios urbanos, era impensable que se olvidaran de devolver a las calles aquellos que se fueron perdiendo. Nos equivocamos.
Va a terminar la primavera y lo hace sin los cerezos en flor de La Villa. Llega el verano y habrá muchos menos plátanos bajo los que buscar sombra. La contaminación seguirá creciendo. De nada sirve privatizar el servicio de jardinería si luego la empresa responsable o los encargados de fijar su hoja de ruta prefieren el hormigón al verde; lo antinatural a lo natural. Sigo pensando que se está perdiendo una oportunidad fantástica para enseñarles a los niños y niñas la importancia de tener árboles en las calles, en las plazas o en los parques. De que sean los y las escolares quienes reforesten y aprendan que un árbol es mucho más que una pieza de mobiliario urbano, que un adorno.
Me apena ver la falta de interés que existe para revertir una situación que no es de ahora, pero que se ha visto acrecentada en los últimos tiempos. El hormigón sigue ganando terreno al verde. Pero hay otras prioridades, o eso parece. La esperanza está perdida.
Álvarez
Comentarios
Sobre los alcorques, recordemos que los árboles crecen tanto a lo alto como a lo ancho, así este problema volverá a aparecer dentro de unos años cuando los troncos de los árboles lleguen otra vez al límite. Que la verdad, teniendo en cuenta que la mayoría de los árboles de Mieres se encuentran en calles anchas, no veo la necesidad de rodear los árboles con hormigón (en esas calles digo). Quien meta el pie justo al lado de un árbol, es que lo hizo intencionadamente.
Pero bueno, no olvidemos la noticia de la semana pasada, donde decía que talaron todos los árboles del polígono de fábrica Mieres, que junto a esto dice bastante. A ver qué pasa el próximo año, y esperemos que no se muera ninguno más.
En fin, sólo espero que a los responsables no se les ocurra criticar lo de las macetas en los balcones de Madrid, porque esto es igual o incluso peor.
En general, el medioambiente su rendimiento político es a largo plazo, y la política mira sólo por el aquí y el ahora, y así nos va y así acabaremos.