PEQUEÑAS SEMBLANZAS DE GRANDES MIERENSES: María Luisa Álvarez Llorente, Luisina Quiroga

María Luisa, en una imagen de 1976

María Luisa Álvarez Llorente, popularmente conocida como Luisina Quiroga, nació en Turón en 1925. Hija de Aurelio y Elisa, él picador de Hulleras de Turón y ella, ama de casa, a los nueve años vio cómo se iniciaba la Revolución de Ochobre del 34 en Turón. Su padre, de ideología comunista, muy asustado por los acontecimientos, decidió trasladarse a Mieres, a una casa cercana al puente La Perra, donde uno de los guajes de Hulleras de Turón les dio hospedaje. Aquel guaje era Luis Aurelio Álvarez, uno de los principales poetas del panorama literario asturiano de la segunda mitad del siglo.
Su infancia fue dura. El 31 de agosto de 1938 su padre fue asesinado en Turón. Dos años más tarde, ella, su madre y sus hermanos se instalaron en La Villa. El estraperlo fue para Elisa la principal fuente de ingresos para el sustento de su familia. En 1942 la familia se trasladó a Pola de Lena, después de que Elisa conociera a Belisario, un mierense que ejercía de administrativo en las minas de La Cobertoria.
A los 17 años María Luisa ingresó en el Corazón de María, en Oviedo, donde compaginó estudios y trabajo. De vuelta en Mieres, con Belisario trabajando en Barredo y Elisa produciendo pasta de fideos en su casa, María Luisa se dedicó a servir en casas de Mieres y de León. "La juventud de la postguerra fuimos amorfos, sin poder fijarnos unos fines determinados", recordaba tiempo después.
Encontró el amor en El Palau, en Pepe, un joven que vivía al lado del Ayuntamiento, peón municipal. Con Pepe tuvo a Pilar, Roberto, Fabiola y José, y una quinta hija que murió al poco de nacer. Instalados en Santa Marina, Pepe empezó a trabajar en La Soterraña, reabierta por un familiar suyo, y a militar en el PCE, algo que compartió rápidamente con María Luisa.
Decidida a tomar parte de los vientos de cambio culturales y políticos que soplaban, en los años 60 María Luisa fue una de las impulsoras de la Asociación Amigos de Mieres, fundada en 1968. Estuvo al frente, junto a su marido, del local de la asociación. Fue testigo y partícipe de numerosas actividades culturales y artísticas, pero también de la represión que sufrió este colectivo, con detenciones como las producidas en 1969, tras llevar a cabo un homenaje al poeta Alfonso Camín.
Su destacado papel en Amigos de Mieres le valió el encargo de poner en marcha la Asociación de Vecinos de Santa Marina. Lo consiguió en 1977, tras casi un lustro de burocracia e intentos de convencer a sus vecinos. No fue su único hito. Un año antes, en 1976, siguiendo el consejo de Paz Fernández Felgueroso, logró que la Asociación de Amas de Casa de Mieres se abriese a aceptar mujeres con independencia de su estatus económico o social. Rápidamente fue elegida delegada local y consiguió que la Asociación batiese récords de afiliadas.

Portada de Tenía que contarlo, con María Luisa en una asamblea de la Asociación de Amas de Casa

Tras la muerte de su esposo en 1995, María Luisa continuó formando parte de actividades y movimientos asociativos y políticos. Vivió a caballo de Mieres y Gijón, ciudad esta última en la que falleció el 30 de octubre de 2012. Sus restos mortales fueron trasladados al cementerio municipal de Mieres.
Gran lectora, en 1999 se decidió a narrar su propia vida a través de un libro, Tenía que contarlo (ed. Fundación Juan Muñiz Zapico), que cierra con una interesante reflexión: "todos somos necesarios para que una sociedad funcione con igualdad". De él hemos extraído las imágenes que ilustran esta entrada.

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