EN ACCIÓN: El negocio de la basura

Son las once y cuarto de la noche. Es 22 de marzo y, pese a ser primavera, estamos en una noche fría que amenaza lluvia. Caminamos en busca de dos personas que se han comprometido a relatarnos todo sobre algo que hemos llamado el negocio de la basura. Sus únicas condiciones para ello han sido nada de nombres y fotografías distorsionadas en las que no se les pueda reconocer.


Encontramos a nuestros protagonistas en la calle Carreño Miranda. Con linternas y palos examinan el interior de un contenedor situado a la altura del cruce con Escuela de Capataces. "Debió de venderse hace poco un piso por aquí, porque llevamos ya una semana muy buena en este contenedor", nos explica uno de ellos. Otro nos abre e ilumina el carro que los acompaña esta noche: dentro se ven platos, un tostador, una televisión y distintos útiles del hogar.
Nos surgen muchas preguntas, y aunque llevamos un esquema previo, decidimos saltárnoslo y empezar por la que consideramos más importante: ¿qué se hace con lo que sacan de la basura?
"La chatarra pura y dura se va a la chatarrería. Lo menudo que se pueda vender nos lo compran para los rastros. Si vemos algo así más espectacular lo vendemos a través de internet", apunta uno de los rebuscadores. Nos interesa particularmente la referencia a los rastros. "Sí, mucho de lo que sacamos acaba en El Campillín los domingos o en el de Gijón", nos explica en referencia a los rastros dominicales de Oviedo y Gijón. Aunque les preguntamos por sus ganancias en todo este proceso, evitan responder con cifras concretas.
La búsqueda de objetos comporta abrir las bolsas. "Algunas veces nos hemos cortado", apuntan mientras rajan un par de bolsas de basura apoyados en el borde del contenedor. "Es lo más asqueroso, el tener que ver la mierda de otra gente, pero te acostumbras. Además, nosotros llevamos guantes", apuntan mientras caen al contenedor pañuelos de papel usados, latas, restos de café y un sinfín de cosas del día a día que alguien había tirado a la basura. No hay nada aprovechable en las bolsas. Siguen con otras. En una aparece un botín: una pequeña radio con algunos años encima. "No sabemos si funcionará o no, pero nos la llevamos. Aquí se sale para volver con el carro lleno cada noche y ya decidirán", señala uno de nuestros protagonistas. "Para volver, ¿a dónde?", les preguntamos. Prefieren no responder.

Durante nuestra conversación advertimos que el negocio de la basura podría estar dirigido por una organización. El "y ya decidirán" nos da una pista. Otra viene por el hecho de que quienes participan de él lo hacen siguiendo rutas más o menos establecidas, que cambian cada cierto tiempo. Lo descubrimos cuando, tras acabar con el contenedor de Carreño Miranda, ponen rumbo al contenedor de la plaza de abastos que mira al antiguo bazar El Pilar. "Hoy la ruta es buena", afirman, sin revelarnos hacia dónde continuarán una vez nos despidamos.
En el camino hacia la plaza de abastos apreciamos mejor a nuestros protagonistas, dos hombres jóvenes, de máximo cuarenta años, de aspecto caucásico, bien vestidos y abrigados para el frío que hace. Portan, además, sendos smartphones. "¿Lo hacéis por necesidad?", les preguntamos. Ambos responden que no. "Es un trabajo, como otro cualquiera, una fuente de ingresos tan digna como las que podáis tener vosotros", sostienen. Queremos saber si alguna vez han sido advertidos por la Policía mientras rebuscan en la basura. "Nunca. Sí que miran y tal, pero jamás. Además, no solemos dejar basura fuera del contenedor. A un conocido sí que lo fueron a buscar porque él lleva coche y lo había dejado un momento donde había un cruce o algo así".


Son casi las doce de la noche. Nos despedimos en la plaza de abastos. Ellos siguen con su trabajo. Empieza a llover. Les damos las gracias por habernos dedicado una parte de su tiempo, no sin muchas reticencias cuando empezamos a negociar con ellos este reportaje, un par de semanas antes de aquella noche del 22 de marzo. Mientras nos alejamos, los observamos rebuscando en este nuevo contenedor. El negocio de la basura sigue su curso.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Es lo que tienes haber desindustrializado una región a cambio de regar de millones a una generación. Después de mi, el diluvio que dirían en su momento, pues eh aquí el diluvio
Anónimo ha dicho que…
Pues anda que no habrá de estos en Madrid....alli mas que diluvio hay tsunami.