-Número total de parados en julio de 2010: 3.649
-Número total de parados en agosto de 2010: 3.627
De los 3.627 parados registrados en el mes de agosto 1.857 son mujeres y 1.770 hombres.
De los 3.627, 460 son menores de 25 años, 2.037 tienen una edad comprendida entre los 25 y 44 años y 1.130 son mayores de 45 años.
Por sectores es el sector servicios el que más desempleados tiene, con 2.082, seguido por construcción e industria con 634 y 476 parados respectivamente.
Fuente: www.foro-ciudad.com
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Y cuando las cosas se van de madre y no pueden ir aun peor tovia hay gente que quier que vuelva el neoliberalismo económico que nos ha llevado a esta crisis y a miles de especuladores a tener los bolsillos llenos
"Groucho Marx y el crack del 29"
Este artículo fue escrito por Groucho Marx sobre su propia experiencia del crack de 1929 en Wall Street. A pesar de que Groucho de Bolsa sabía lo que yo sé de alfarería, es una de las mejores lecciones de bolsa que jamás he tenido en toda mi vida.
Groucho Marx describe en forma magistral lo que ocurre durante la 3ª fase de los mercados alcistas; es decir, la fase en la que en las salas de las agencias de bolsa hay más gente que en los teatros, la fase en la que la conversación más habitual entre el carnicero y el fontanero es hablar de bolsa, la etapa en la que la bolsa es constante noticia de primera plana en la Tv, la prensa y la radio.
Uno puede comprobar además hasta qué punto es cierto que en el precio de las acciones influye mucho más la psicología de masas que los fundamentos económicos de las compañías; por qué en la bolsa tiene muchas más posibilidades de ganar dinero un psicólogo que un economista; por qué el análisis técnico (pues todo él está basado en la psicología y el comportamiento de masas) tiene muchas más posibilidades de llevarnos al éxito que el análisis fundamental; cómo la gran masa de inversores no se mueve por criterios racionales sino emocionales. En suma, uno descubre los terribles efectos de los dos grandes demonios que dirigen el comportamiento de la masa: la ambición y la avaricia (que producen la "fiebre del oro") y el miedo y el pánico (que producen estampidas espeluznantes en las que unos pisotean a los otros, en un sálvese quien pueda frenético).
"...Muy pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asuntillo llamado mercado de valores. Lo conocí por primera vez hacia 1926. Constituyó una sorpresa muy agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O por lo menos eso parecía, porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero ¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor.
Mi sueldo semanal era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba teóricamente en Wall Street. Disfrutaba trabajando en la revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes como el que sigue eran corrientes en aquellos días.
(((continua)))
Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín. -En el vestíbulo de este hotel están las ooficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia. -Harpo -dije-, ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros! De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de United Corporation por valor de ciento sesenta mil dólares, con una garantía del veinticinco por ciento. Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa esa garantía del veinticinco por ciento. Por ejemplo, si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.
El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, quien le dijo en un susurro: -Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que del Cobre Anaconda. Se vende a ciento treinta y ocho dólares la acción y se rumorea que llegará hasta los quinientos. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo sé de muy buena tinta. Chico corrió inmediatamente hacia el teatro, con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del telón hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir seiscientas acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietarios de doscientas acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó. Dijo: - No ocurre a menudo que alguien entre conn tan buen pie en una Compañía como la Anaconda.
Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín. -En el vestíbulo de este hotel están las ooficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia. -Harpo -dije-, ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros! De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de United Corporation por valor de ciento sesenta mil dólares, con una garantía del veinticinco por ciento. Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa esa garantía del veinticinco por ciento. Por ejemplo, si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.
El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, quien le dijo en un susurro: -Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que del Cobre Anaconda. Se vende a ciento treinta y ocho dólares la acción y se rumorea que llegará hasta los quinientos. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo sé de muy buena tinta. Chico corrió inmediatamente hacia el teatro, con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del telón hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir seiscientas acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietarios de doscientas acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó. Dijo: - No ocurre a menudo que alguien entre conn tan buen pie en una Compañía como la Anaconda.
Pocas semanas más tarde, me encontraba paseando por los terrenos de un club de campo, con el señor Gordon [�] El día anterior, las Auburn habían pegado un salto de treinta y ocho enteros. Me volví hacia mi compañero de golf y dije: -Max, ¿cuanto tiempo durará esto? Max repuso, utilizando una frase de Al Jolson. -Hermano, ¡todavía no has visto nada!
Mientras el mercado seguía ascendiendo hacia el firmamento, empecé a sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender, pero, al igual que todos los demás primos, era avaricioso. Lamentaba desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iba doblar su valor en pocos meses.
http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2008093007
Un saludo