ÁLVAREZ OPINA: Cenizas abandonadas

Ha pasado un tiempo desde que el pasado 2 de septiembre una servidora y el grupo con el que iba observaron un bulto en una cuneta de la carretera a La Teyerona. Parecía un trozo de tubería, visto así de lejos. Una de las personas que iba en aquel grupo se acercó y le dio la vuelta. No pudo evitar exclamar un grito. Lo que parecía un trozo de tubería era, en realidad, una suerte de neceser que guardaba dentro de sí las cenizas de un difunto.


¿Cómo llegaron aquellas cenizas hasta allí? Muy probablemente la persona fallecida dejó indicaciones de que depositasen sus cenizas en el monte. Quizás en alguna finca de su propiedad; quizás en alguno de los múltiples espacios públicos que tiene el monte. Por encima de la cuneta se erige una frondosa mata. Es posible que, contando o no con la voluntad del difunto, sus familiares las arrojaran a la mata… y que uno de los muchos jabalíes que hay en la zona la empujase a la cuneta en una de sus correrías. Apuntaba una de mis acompañantes que el neceser llevaba tiempo a la intemperie. Otra, tiró una fotografía para tratar de identificar si era o no biodegradable. No lo abrimos, por respeto. Por respeto, lo apartamos un poco, para evitar que otro empujón de algún animal lo arrojase a la carretera.
Se nos está yendo de las manos esto de despojarnos de los restos de aquellos que fallecen. Y se nos está olvidando que, muchas veces, una urna dejada en tal o cual sitio puede acabar en otro totalmente distinto. Puedo entender que se depositen o arrojen las cenizas en un determinado lugar, en este caso, una finca de La Teyerona. Ahora bien, hacerlo con la urna y el neceser que la conserva, es excesivo. Entiendo que pueda ser doloroso abrir una urna y ver que el ser querido se ha convertido en ceniza, pero no queda de otra, por el medioambiente y por higiene social. ¿Se imaginan dejar un ataúd con un cadáver en una cuneta?
Desconozco qué habrá sido de la urna en estos tres meses. Si alguien tiene más información, que la aporte. Solo espero que no haya acabado en algún contenedor o siendo atropellada por algún vehículo. Fijo que el difunto o difunta no quería eso. El impacto de encontrarnos aquella urna marcó en cierto modo la excursión. Recordé entonces algo que hace unos años vivieron dos compañeros de esta web: intentaban acceder, con mucha dificultad, a un caserío abandonadísimo. En los últimos metros aún transitables del sendero uno de ellos vio algo plateado en el suelo. Le dio por escarbar con el zapato y descubrió una urna de madera, con placa incluida, parcialmente desenterrada por algún animal.
Por respeto a los vivos, y, en especial a los muertos, evitemos arrojar en cualquier lugar urnas con cenizas. Nunca se sabe dónde pueden acabar.
ÁLVAREZ

Comentarios