Los árboles son los únicos testigos
del paso del tiempo que permanecen en estas dos instantáneas de La Pasera,
separadas por varias décadas.
Ninguna de las casas que se ven al otro lado
de la calle perdura en nuestros días, al igual que tampoco lo hace el
embaldosado uniforme de la plaza, que se prolongaba hasta la altura de lo que
hoy es el edificio del Casino.
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