Mierenses, nos ha vuelto a pasar; la
historia, una vez más, se repite. A finales de 2016 la Asociación Cultural y
Minera Santa Bárbara realizaba un trabajo impresionante, para el que cualquier
halago se quedaría corto: la rehabilitación del cementerio protestante de la
familia Guilhou, en las proximidades de Fábrica Mieres, y la recuperación de la
cercana bocamina de El Cantu la Escrita. Desde esta web se hizo en aquel
entonces un reportaje en el que se mostró lo precioso que
había quedado el cementerio, porque sí, estaba precioso, un adjetivo que rara
vez se puede predicar de un cementerio.
La idea era integrar el cementerio,
con un notable valor histórico y artístico, en la oferta turística del concejo,
pero no debió de pasar de idea. Si una imagen vale más que mil palabras... Aquí van cuatro fotografías, realizadas por una
servidora a finales de junio, que muestran cómo el cementerio vuelve, poco a
poco, a ser lo que era antes de su restaturación:
La maleza toma las lápidas, los
pasillos laterales, el cuadro central, la escalera, las cadenas que cierran el
perímetro… Lo toma todo, inclusive la bocamina también restaurada. Y no, no es
la típica hierba que sale por haber llovido mucho, porque en el interior del
cementerio han nacido hasta un par de árboles, posiblemente fresnos, que ya
tienen una altura. Ha vuelto a suceder, se invierte tiempo, dinero y esfuerzo
para que, al final, la maleza acabe por devorarlo todo y volver a como estaba
antes de que la gente de Santa Bárbara se pusiera manos a la obra.
Me gustaría saber qué piensan quienes dedicaron tantas horas de trabajo sobre el estado en el que vuelve a encontrarse el cementerio por una falta de mantenimiento más que evidente y el olvido en el que ha caído aquella promesa de integrarlo en los circuitos culturales del concejo. Imagino que debe dar rabia, y con razón.
Me gustaría saber qué piensan quienes dedicaron tantas horas de trabajo sobre el estado en el que vuelve a encontrarse el cementerio por una falta de mantenimiento más que evidente y el olvido en el que ha caído aquella promesa de integrarlo en los circuitos culturales del concejo. Imagino que debe dar rabia, y con razón.
Pasan los años y sigue sin calar algo
tan elemental como que las cosas necesitan que se mire de vez en cuando para
ellas, y que de poco sirve restaurar algo si no se usa o no se mantiene
adecuadamente. Es una pena que una joya como esta, tan ligada al pasado
industrial y a los años dorados del concejo, lleve camino de volver a ser una
bardia. Ojalá estas líneas hagan reaccionar a quien corresponda, puede que
todavía estemos a tiempo de salvar el cementerio y de integrarlo, de una vez
por todas, en esos planes y folletos turísticos que hablan de Espinos, Bustiello, la
bocamina de La Rabaldana, el pozo Santa Bárbara y un par de enclaves más.
Insisto, si no se actúa pronto, pienso
que en un puñado más de meses, del cementerio solo se verán algunas columnas y
las dos palmeras que tiene, más o menos como estaba antes de ser restaurado y
como mostraron, también en esta web, distintos lectores en denuncias como esta,
del 2013:
No dejemos que la historia se repita.
Álvarez
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