PALIQUES POLÍTICOS: El tú o yo de los ríos

Si hay algo que perjudica a la política y a los ciudadanos es que dos administraciones (o una administración y un organismo público, en este caso) no se pongan de acuerdo sobre algo. El tira y afloja, el da tú para que yo haga algo y el pasarse el balón de una a otra solo traen consecuencias negativas.
Parece ser que la Confederación Hidrográfica del Cantábrico y el Ayuntamiento no se ponen de acuerdo en quién, cómo y por cuánto debe limpiar los cauces de los ríos, en un concejo que suma 170 kilómetros de cauces. Se me escapa el marco legal, pero por lo que me comentaban fuentes que lo conocen mejor que yo, la limpieza de los ríos ha pasado a ser competencia municipal y es evidente que no es ni fácil ni barato asumir, en el caso de Mieres, 170 kilómetros de cauces. En la práctica, la Confederación suele establecer acuerdos para colaborar, económica y materialmente, en la limpieza de los cauces. A Mieres llegó hace unos días una propuesta por la cual la Confederación asumía la limpieza de 50 kilómetros y dejaba los 120 restantes al Consistorio. Sin embargo, según me explicaban dos buenos amigos, técnicos del Ayuntamiento, la propuesta llegó "sin concretar tramos o ríos, sin plazos y sin consignar un presupuesto". Vamos, que o era una propuesta de mínimos, para seguir negociando, o, directamente, fue un trámite que hicieron para quedar bien y no enfadar mucho al Consistorio.
El juego Ayuntamiento-Confederación Hidrográfica del Cantábrico tiene pinta de alargarse en una época que no es la más propicia para los alargues. Basta con echar un vistazo a los cauces del río Duró (en la imagen), del San Juan, del Turón o del Cuna para ver que, como venga un temporal un poco fuerte, seguramente habrá inundaciones. Estamos en noviembre y es lo que toca, que llueva.
Si la Confederación no quiere apoyar la limpieza de cauces, creo que lo suyo es que el Ayuntamiento apoquine, aunque sea para limpiar los tramos que coinciden con áreas residenciales o carreteras y que, en caso de desbordarse, puedan causar daños que resulten aún más caros de reparar. Quizás sería conveniente contar con un estudio de esos 170 kilómetros de cauces, en el que se analizase el riesgo de desbordamiento de los distintos ríos en sus diferentes tramos. Y en virtud de ese riesgo, actuar, por lo menos, una vez al año o cada año y medio. Es posible que haya llegado el momento de meter la limpieza de los cauces en el paquete de desbroces.
No puedo evitar acordarme, hablando de ríos, de Pedro Piñera. ¿Qué habría hecho él ante todo esto? Piñera, consejero de Obras Públicas entre 1983 y 1987, era un enamorado del Caudal. A él le debemos, entre otras cosas, el saneamiento de principios de los 90 y el paseo fluvial, que ejecutó como presidente de la entonces Confederación Hidrográfica del Norte. Fallecido hace cinco o seis años, fue uno de los hombres con más talante que he conocido. Daba gusto hablar con él y comprobar que le apasionaban los ríos y sus parajes. La actual Confederación Hidrográfica del Cantábrico necesita más gente como Piñera, que seguramente ya habría resuelto, con negociaciones serias, la limpieza de los cauces, teniendo en cuenta el valor natural de los ríos y la importancia de su correcto mantenimiento.
ELCARABA

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