Profesora, investigadora literaria y etnográfica, novelista, dramaturga, cuentacuentos… Nada se le escapa a la protagonista de esta nueva pequeña semblanza. Hablamos de Montse Garnacho.
Montse, en el vídeo de felicitación de las Navidades de 2022 del Ayuntamiento |
Montserrat Garnacho Escayo vino al mundo en una casa del barrio de La Villa en 1952. Nació en el seno de una familia humilde, que había tenido que superar, unos años antes, la muerte de un hijo. "No tenían dinero para llevarlo al médico", recordaba Montse en una entrevista.
Su infancia transcurrió entre caleyas y libros y en varios colegios de la localidad. El de las monjas la dejó marcada. "Recuerdo las pequeñas humillaciones, cuando te decían 'nena, qué tontita eres', esas cosas que solo recuerdo en el colegio de monjas". Apasionada de la lectura, tuvo claro que lo suyo era la Filología Hispánica y Románica, que cursó en Oviedo entre 1970 y 1975. Sus años en la Universidad le permitieron entrar en contacto con la investigación etnográfica, que llevó a cabo en títulos relacionados con la minería, como Hombres y carbón (Ed. 505, 1985, con fotografías de su buen amigo Antonio Corral, natural de Figaredo); Mujeres mineras (en Asturias y la mina, Trea, 2000). También abordó aspectos relacionados con la mujer y el agua en Donde la culebra canta (Consejería de Cultura, 2000), sobre lavaderos, fuentes y utensilios de lavado. El año pasado publicaba su último trabajo, Dicen que van a poner… un ferrocarril en Mieres (1872-2022), editado por Trabe, sobre la vida en el concejo en torno a los ferrocarriles mineros.
Montse también llevó a cabo investigación etnográfica en prensa, con sus ciento ochenta Caleyes con oficiu publicadas en La Nueva España en los años 90 y recopiladas en un volumen editado por Trabe en 2004. Fue, además, colaboradora habitual de este diario y galardonada en 1995 con el Premio al mejor trabajo periodístico del año, gracias a su buen hacer.
En paralelo a su actividad investigadora, Montse vivió también por y para la docencia. Con 23 años fundó con ocho compañeros la granja-escuela Malaceja, en Pinzales. A los 27 comenzó a dar clase en el colegio Santa Bárbara de Trubia. Allí estuvo más de una década, hasta que el centro cerró. "Me sirvió para tirarme al vacío y ponerme a escribir", recuerda. Tras un tiempo alejada de las aulas, volvió como profesora de Lengua Castellana y Asturiano en centros como el CRA de Ibias, el IES Padre Feijóo, de La Calzada, o su querido IES Valle de Turón, en el que se jubiló.
Para niños y adolescentes también escribió teatro, con títulos como Cuando se presenta la ocasión (Trabe, 2004), con el que ganó el premio Vital Aza de Teatro en 2003, una obra que escribió y representó junto a su alumnado. "Llegué a hacer obras de teatro con setenta críos", rememora. Su deseo de traspasar a los más jóvenes el atractivo de la literatura fue más allá de su labor como profesora, y la llevó a convertirse en cuentacuentos y en coordinar talleres de creación literaria como los que la Fundación Bertelsmann llevó a cabo en Mieres durante seis años en la primera década de los 2000.
Jubilada de la docencia, Montse sigue escribiendo y disfrutando de la vida, una vida cuyo timón siempre ha llevado con temple. "La sociedad te inventa y te acorrala hacia un sitio. Naces, creces, estudias y vas para profesora o catedrática, para esposa, madre y para persona mayor. Y yo por muchas razones nunca fui ni para catedrática, ni para esposa, ni para madre, ni para persona mayor, porque no creo que lo sea. Nunca renuncié absolutamente a nada de lo que tengo, ni de lo que conquisté", reconocía a principios de siglo a la revista Fusión Asturias.
Comentarios