Se acerca el Día del Libro, aunque para quienes nos gusta leer todos los días son, en cierta forma, el Día del Libro. El 23 de abril es un día en el los medios suelen hablar de librerías más o menos conocidas, olvidándose de que hay muchos más libreros, entendiendo por tales aquellos que viven de la venta de libros.
Y quizás por esa razón, me apetece dedicar unas líneas a esos otros libreros, que en nuestro concejo son los libreros del mercado dominical. Desde hace años todos los domingos pueden encontrarse dos puestos de libros en el entorno de la plaza de abastos. Dos puestos en los que se pueden comprar ejemplares de segunda y sucesivas manos, por precios que van desde un euro hasta cinco. Dos puestos en los que siempre me detengo, rebuscando entre ejemplares, a ver qué encuentro. Y vaya si se encuentran cosas interesantes.
Asomarse a estos puestos implica hacer un viaje por siglos y siglos de literatura. No fallan el célebre Quijote de Miguel de Cervantes, comedias de Lope de Vega o dramas de Calderón y Alarcón. Tampoco suelen fallar autores contemporáneos, como el recientemente fallecido Antonio Gala o el popular Arturo Pérez Reverte.
Entre ejemplares se hallan, a menudo, la Eneida de Virgilio o la Ilíada de Homero, amén de otros clásicos grecolatinos de Sófocles, Eurípides, Esquilo… Hay espacio para la literatura inglesa, para la francesa, para la alemana, para la rusa. Hay espacio para todo. Realmente, pocas librerías ofrecen tanta variedad como estos dos puestos, una variedad que se observa también en los géneros, con novelas, ensayos, poesía, historiografía, volúmenes sobre etnografía y costumbres, libros para el aprendizaje de idiomas, manuales sobre lengua y literatura, sobre ciencia, sobre cálculo… Hay de todo.
En un concejo como este, de gran tradición librera y que cuenta con magníficas librerías, los puestos de la plaza vienen a cubrir un tipo de negocio que crece en otras ciudades, pero que a Mieres se le resiste: las librerías de segunda mano o librerías de viejo. Y lo hacen con gran éxito, pues siempre, en todo momento, hay algún aficionado a la lectura echando un vistazo a los títulos. El éxito reside también en los libreros, buena gente que trabaja empaquetando y desempaquetando libros y ordenándolos en el puesto para que muchos, entre ellos una servidora, vayamos a removerlo todo buscando algo que nos seduzca.
Larga vida a estos puestos. Larga vida a la literatura en el mercadillo.
Álvarez
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