Desde hace unos meses se venían escuchando rumores de que los otrora economatos de Hunosa, luego supermercados de El Arco, no pasaban por su mejor momento. En los establecimientos, un indicio, la falta de muchas mercaderías, llevaba a pensar que así era. A comienzos de año se confirmó que, en efecto, El Arco negociaba la venta de los supermercados a un grupo gallego. Los antiguos economatos llegaron poco después a su fin.
¿Y por qué? Por una serie de catastróficas desdichas. La primera la marcó Hunosa. Es incomprensible que una empresa ávida de encontrar nuevos filones, nuevos nichos de mercado, no apostase por estos establecimientos que tenían y tienen su público. Nunca intentaron que los economatos compitieran contra otras superficies de alimentación. Tampoco, pese a serlo, se atrevieron a promocionarlos como auténticos hipermercados. La dejadez de la hullera pública fue tal que la solución más práctica que encontraron fue venderlos para quitárselos de encima. No eran un muerto, sino un vivo que bien podía haberles dado alguna que otra alegría.
La segunda catastrófica desdicha la marcó El Arco. Ojo, empezaron con muy buen pie y la visión empresarial que no tuvo Hunosa. Se apostó por abrir de tarde, por aparcamientos y por reformas faraónicas, como la del economato de Turón, con escaleras mecánicas incluidas. La idea, insisto, era extraordinaria. Su error fue llevar a cabo una macroinversión en las Cuencas y fuera de ellas, pues intentaron crear una marca, con nuevos economatos en Pumarín o en El Natahoyo. Pensaban en una acogida multitudinaria que no llegó. El coste de las inversiones fue repercutido al consumidor, con precios que sobrepasaban, por mucho, a los de esos mismos productos en otras cadenas de supermercados. Y ya se sabe qué hace el consumidor cuando eso ocurre, más en los tiempos que corren.
La situación se ha ido agravando especialmente en el último año. Apuntaban los rumores a que se estaban produciendo impagos a los trabajadores. La propia empresa lo confirmaba hace unos meses. La solución, la misma que llevó a cabo Hunosa hace unos años: vender, esta vez, a una empresa gallega. La historia guarda cierto paralelismo con la de otra empresa del concejo, dedicada al transporte de viajeros por carretera, que también acabó en manos de un grupo gallego.
Habrá que ver, con el tiempo, qué ocurre con los antiguos economatos, en qué los convierte el nuevo propietario, y si correrán con la misma o mejor suerte. Se han comprometido a mantener a los trabajadores y hacer nuevas contrataciones. A ver qué pasa. Lo que está claro es que, ahora sí, los economatos de Hunosa no van a ser más que un recuerdo en el imaginario colectivo. Claro, que en cierta forma ya lo eran.
ÁLVAREZ
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