El ‘homo indimitibus’ es aquella
persona que ostenta un cargo público y que, en medio de una brillante carrera
como tal se ve salpicado por un escándalo a nivel personal, fiscal o delictivo.
Es entonces cuando el ‘homo indimitibus’ se aferra con uñas, dientes y con lo
que haga falta a su cargo. Es el último en querer abandonar un barco que
naufraga por su culpa. Es la miel del poder, amigos, y es muy difícil vivir sin
ella.
Estamos en un país donde no dimite
nadie, donde partidos políticos y otros colectivos ‘instruyen’ a sus miembros
para que no dimitan, pese a que la situación lo requiera o el sentido común
parezca aconsejarlo.
Un claro ejemplo de esto lo
encontramos en la Federación Asturiana de Empresas (FADE), con su presidente,
el señor Severino García Vigón, a quien se le descubrió que una de sus
empresas, Enastar (dedicada a temas de energía), estaba siendo investigada por
asuntos relacionados con posibles fraudes fiscales.
Fue a partir de tal descubrimiento
cuando parte de los que con él estaban en el gran barco llamado FADE comenzaron
a subirse en los botes salvavidas, buscando alejarse del escándalo y
‘reprocharle’ de esa manera, su actitud. Se fueron consejeros, empresas… y el
sector crítico de la FADE comenzó a ‘bombardear’ el barco, tanto desde fuera
como desde dentro. ¿Qué se pedía? Que Vigón dimitiese.
Personalmente creo que es lo lógico y
lo razonable: un empresario, representante de los empresarios, que
presuntamente incurre en el delito de fraude fiscal no está dando un buen
ejemplo a los empresarios a los que representa, y tampoco está dando una buena
imagen a la sociedad.
¿Qué pasó? Pues lo que pasa siempre…
No se dimite y punto. Sí que me ha gustado de Vigón el que pidiese públicamente
perdón en medio de una asamblea de la FADE celebrada este viernes… Ha sido un
buen gesto, búsquese lo que se busque a través de él. Creo que muchos políticos
apoltronados en sus cargos e involucrados en asuntos no precisamente limpios
deberían pedir perdón a los ciudadanos. Aunque no sirva de mucho, al menos sí
permite ver al ciudadano que reconocen que han hecho algo deshonesto,
independientemente de que se encuentren arrepentidos o no.
Volviendo a Vigón creo que aquí el
perdón llega tarde ya que igual que el político envuelto en escándalos pierde
votantes, él ha perdido gente de confianza y empresas asociadas, aunque ya se
sabe que entre empresarios los conflictos se arreglan más fácilmente que entre
la gente de pie... ¿O no?
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