Hace
casi tres años les relataba cómo una noche de comienzos del 2015, sin previo
aviso, se venía abajo parte del tejado de la iglesia de La Pereda. En aquella Tribuna recogía varios testimonios de vecinos de la localidad que
aventuraban que el templo de la localidad, consagrado a san Bernardo, acabaría
cayendo ya que la Iglesia, a través del Arzobispado, no parecía estar dispuesta
a arreglar nada y la obra tenía un coste bastante elevado e imposible de asumir
por los vecinos del pueblo.
A
día de hoy, casi tres años después de aquel artículo, la iglesia de La Pereda
es un templo sin tejado en buena parte de la nave. Sí. El agujero que se había
formado en el 2015 ha dado paso a un boquete de enormes dimensiones que deja al
descubierto casi una tercera parte del edificio. Dentro de él ya no queda nada,
según me comentaba un vecino de la zona, después de que se sacaran bancos,
figuras y demás elementos. El viento y algún que otro vándalo se han encargado
de destrozar los cristales de algunas de las ventanas y en algunas paredes han
aparecido grietas. Es la crónica de una muerte anunciada. Es cuestión de tiempo
para que el edificio se venga abajo, seguramente después de seguir perdiendo
trozos de tejado.
Estado de la cubierta y los ventanales de la iglesia de La Pereda
Que sí. Es una iglesia y hay muchas, de acuerdo. Tampoco está catalogada dentro de ningún inventario patrimonial, ni contaba con murales, un retablo o tallas de santos con valor artístico, pero “era del pueblu”, como me decía una vecina. “Era nuestra igual que la fuente o el colegio y hasta a los que llevan poco viviendo aquí les da pena verla cayendo”. No tendría valor artístico o patrimonial, pero sí un gran valor popular. Y a diferencia del artístico, el valor popular no se puede tasar o catalogar.
No
sé si todo o solo una parte, pero de que cae, caerá. No lo hará, eso sí, sobre
una vía pública, lo que sin duda alguna habría propiciado algún tipo de
requerimiento del Consistorio al Arzobispado para intentar que el clero tomase
medidas en el asunto. Se vendrá abajo sobre un pequeño jardín que da acceso al
templo y en el que se encuentra una palmera y alguna que otra planta exótica.
Salvarla
parece ya inviable: es una obra que cuesta lo suyo y que el único que podría
hacerla, el Arzobispado, no quiere llevar a cabo. “Con tanto como tienen y
pretenden que paguemos nosotros para arreglarla. Es como si a mí se me cae
parte del tejado de la casa y mando al vecino que me lo pague”, comentaba con
cierta sorna otro vecino.
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